El Origen del Sufrimiento

Gustavo A. Reque CN-6ºDan

El egoísmo inspira tal terror
que hemos inventado la cortesía
para disimularlo…

Es cierto el aforismo de que dice «la emoción es la respuesta del cuerpo a la mente». Toda forma física se mantiene estable debido a la tensión que la mantiene coherente y el pensamiento utiliza la tensión para mostrarse, no puede hacerlo de otra manera. El pensamiento se expande libremente y no tiene dimensiones, pero cuando se expresa, crea «algo material» que está en el mundo de las tres dimensiones y el tiempo, y ese es precisamente el espacio en el que el ego se mueve y encuentra su alimento; el mundo de las formas que es el mundo de la tensión y el tiempo (pasado y futuro). El abstracto ego necesita de las formas para sobrevivir, sin ellas se desvanece y necesita del tiempo pasado y futuro para reafirmarse, al ego no le gusta el presente porque es ahí donde está la vida y la consciencia que son sus mayores enemigos. Podemos decir, que no solo el mundo físico crea tensión sino que el mundo de los pensamientos también, e incluso provoca tensiones de mucho más poder que las físicas, pues un pensamiento es una forma de energía sutil que puede alterar la paz y la alegría de cualquier mente estable en un soplo. El dolor del cuerpo puede ser mitigado por las drogas, pero el sufrimiento de la mente traspasa todos los límites, los mares, las montañas, los países,… siempre está contigo vayas donde vayas y hagas lo que hagas. Ese es el sufrimiento del que hablo.

El ser humano es como una tinaja en la que se confina la energía del Ser, pero cuando el pensamiento, en su modalidad egótica actúa, crea una identificación con la cosa pensada, si esta energía no es liberada, rebota, produciendo tensión. El pensamiento egótico quiere materializarse por medio de posesiones y deseos, y se expresa con frases que empiezan con; yo, mi, mío… Cualquiera de estas frases tiene un componente muy fuerte de posesión, deseo, ambición…Crean polaridad lagrima2que no es más que tensión, unas veces física y otras psíquica. Por eso, los maestros zen enseñan, que ante una duda social o transcendente siempre debes escuchar la voz de la intuición (que tiene su origen en el Ser) o, lo que es lo mismo, la voz del corazón y no la de la mente. La intuición no tiene tensión, sin embargo la tensión aparece cuando la mente racional comienza a juzgar a la intuición. Ante una situación de duda, la observación de la emoción estará más cerca de la verdad que cualquier proceso mental; en la observación está la vida, en el pensamiento la ilusión. La ilusión, es el futuro (no existe), la emoción, está en la vida presente que es donde se está produciendo la vida (sí existe). La observación de la emoción que se esté produciendo en el presente (aquí y ahora) – sea esta emoción grata o ingrata – siempre es más real que la ilusión de un futuro incierto e inestable. Es el pensamiento y sus juicios los responsables de que esa energía no se libere y rebote, el ego es el guardián que vigila celosamente para que el Ser no pueda manifestarse con paz y alegría, es entonces cuando comienzan a aparecer las tensiones que producirán el sufrimiento humano: las emociones inconscientes (quiero más, esto es mío, yo me merezco más, me hacen una injusticia…). Las emociones con consciencia – que son las emociones observadas – son las que pueden transformar el sufrimiento en vida espiritual. La intuición y la emoción provienen de la misma de energía, cuando son observadas se transforman en una poderosa arma espiritual. El pensamiento y el juicio nacen el ego – son fuente de sufrimiento – pero cuando son detectados por la consciencia, este proceso se invierte y se produce una gran liberación interior.

La voz de la intuición proviene del mundo de la conciencia que es un reflejo del Ser. El ser humano ha desarrollado el cerebro actual por medio de intuiciones. Cuando los átomos primigenios se unieron para formar células, no lo hicieron «pensando y juzgando», lo hicieron «intuitivamente» y así fue hasta la aparición del cerebro humano pensante que tomó conciencia de su propia existencia. A partir de ese momento, la mente quiere hacerse dueña de todos los procesos naturales (intuitivos) y lo hace utilizando su más poderoso guerrero: el ego. Lo que sucedió a continuación lo sabemos todos… La voz de la mente es la voz del ego que siempre intentará situarte en una senda con múltiples caminos donde siempre te perderás. Lo particular de la mente, es que tú no eliges el camino que tu conciencia elija, sino que tomará la dirección que la propia mente quiera. Tiene vida propia. La mente te muestra muchas posibilidades que te asaltan sin control, es como un pensador que piensa por ti, que circula por tu mente sin control, pasas de una idea a otra al capricho de la mente que se ha apoderado de ti. Un día acabas creyendo que tu eres el pensamiento («pienso luego existo»). Tú no eres el pensamiento. El pensador te introduce en una idea y hace que te pierdas en ella para, más tarde, repetir el mismo proceso con otra diferente, y así indefinidamente. Llegas a un estado en el que no sabes si lo que estás pensando es real o imaginario. Comienzas a hablar contigo mismo sin control consciente e incluso, en los casos avanzados, te podrán ver hablando sólo. Tu cuerpo y tu mente están ya sometidos a una gran tensión: los gestos se transforman en rictus y el pensamiento viaja libre obsesionado por miles de caminos que no conducen a ninguna parte. El agotamiento físico y mental espera al final. Es una locura, «es salirse del surco recto». Esto es el origen del sufrimiento.

La intuición y la mente se llevan muy mal, aunque, curiosamente, muchos notables científicos como A. Einstein, han reconocido que después de mucha ciencia y mucho pensar, siempre se acaba en un momento de intuición. El problema de los científicos, no es que no sepan pensar, es que, no saben dejar de pensar, por eso viven con tanta tensión. Cuando se llega a un punto en el que la intuición se equilibra con la acción la resistencia desaparece, no hay tensión, es entonces cuando se deja de pensar y ese estado se llama, meditación, que es un espacio mental relajado, alerta y sin juicios. En el plano espiritual estás en la paz y en la alegría; en el material acabas siendo muy útil para ti y para los demás.

La vida misma no es racional, el proceso de la vida es intuición pura, pues la vida simplemente ES. La vida no piensa lo que quiere ser o lo que ha sido. La vida está sometida a las leyes de la inteligencia que llamamos «evolución». El orden entre los diferentes órganos que soportan la vida del cuerpo están controlados por una inteligencia automática que se organiza por si misma. Eso es la esencia de la vida en el cuerpo humano, pero no hay conciencia en este proceso, la vida no es consciente de que vive, solo el ser humano dispone de esa facultad; la conciencia de sentir la vida y la muerte, el pasado y el futuro. Todos los procesos que rigen la vida física son automáticos, es decir tienen una inteligencia no pensante, si tuviéramos que usar la conciencia racional para controlar y equilibrar la homeostasis del cuerpo, la supervivencia del ser humano se pondría en grave peligro, pues el cerebro estaría ocupado en regir el equilibrio entre los diferentes órganos empleando toda la energía disponible en ello. En los animales, todo lo sutil queda en segundo plano, pero son muy superiores a nosotros en todo lo referente a las respuestas físicas irracionales, pues no emplean ninguna energía en el discernimiento racional, no tienen la opción de elegir su futuro, tan solo responden a todos los estímulos por medio de reflejos condicionados que son acciones no-pensantes («pensándolo» bien, es una suerte…). En los animales irracionales, toda la energía mental está orientada para alcanzar el éxito en la supervivencia. La sorprendente habilidad física que manifiestan los animales proviene de la energía que no ha sido utilizada en pensar. La mente humana consume tal cantidad de energía en pensamientos inútiles que llega a deprimir la energía que debería alcanzar los diferentes órganos y funciones del cuerpo. Científicos actuales (M. Raichle), han determinado que el consumo energético del cerebro alcanza valores entre el 60% – 80% de consumo total del cuerpo. Paradójicamente, la actividad pensante sólo consume un 2% de la energía total disponible.

La consecuencia del exceso de pensamiento parásito es la enfermedad, dolor y en definitiva, sufrimiento.

La mayor parte de la vida es inteligente, pero es irracional. La conciencia es como una isla en medio de un inmenso océano de irracionalidad que es la mente con sus fantasías egóticas. La consciencia es un «tesoro» que está oculto en la mente. La mente es un ente que no puede permitir que seamos conscientes, que sintamos que somos parte del Ser, perdería todo su poder. Quiere usar la mayor parte de la energía para ella misma y utiliza a su guerrero más poderoso y eficaz: el ego. Éste es como un «ente» que nos domina y absorbe la energía que debería ser utilizada para el correcto equilibrio entre los órganos. La gente cuando tienen preocupaciones no puede dejar de pensar y pueden llegar al agotamiento y la enfermedad. Aparece un funesto cortejo: la ansiedad, depresión, melancolía, angustia,…sufrimiento. ¡Qué gran misterio!, tenemos una gran mente pero no sabemos cómo pararla.

Cuando la mente irracional, el ego, comienza a ser descubierta por la conciencia, se venga, no lo puede permitir, pues perdería todo su poder sobre ti, no quiere que descubras el gran secreto: que eres una parte del Todo y que todo está intercomunicado. Este conocimiento implica un alto grado de humildad, pero el ego no lo es, así, la mente a través del ego te dice que tu eres un ser aislado e independiente, muy diferente a todo lo demás y, por supuesto, el mejor, o, el peor, pero nunca uno con todo. Es como una voz que parte del centro de la «tinaja» y rebota contra la pared interna haciendo eco (curiosa coincidencia: de eco a ego sólo hay una letra intermedia). Este proceso crea tensión y nos aleja de la relajación que es el estado natural en el que debería vivir todo ser viviente, como lo son las plantas y los animales irracionales. ¡Que interesante!: animal irracional es sinónimo de animal relajado, ¿o no es así? Sí, sí lo es, y es precisamente así, porque en los animales que llamamos irracionales, la mente egótica no regenta, ellos son comandados por las leyes de la supervivencia que nunca son egóticas sino evolutivas o naturales o intuitivas, que es lo mismo que decir, «inteligencia – sin – mente». Cualquier miembro de la naturaleza se integra y se equilibra con el entorno y con todo lo existente, pero el ego te separa y quiere dominar el entorno para hacerlo propio. La mente quiere hacerse contigo y lo hace utilizando a los pensamientos parásitos que acabarán por hacerte creer que tu eres el pensamiento, cuando la verdad es que tu eres la conciencia que produce el pensamiento, no el pensamiento.

La naturaleza es inteligente, pero no consciente, por eso cuando la inteligencia del ser humano «no-consciente» (no relajado), actúa sobre ella, el resultado es siempre tensión y ésta se manifiesta en nosotros con forma de sufrimiento. Los ríos de deseo, ambición, odio, mentira, pensamiento obsesivo, etc., acaban en un mar de borrascoso desconcierto, todo se mezcla al final y en medio de una gran confusión aparece el vértigo, siendo éste otra de las manifestaciones mentales del sufrimiento; el vértigo de la duda y por fin, la confusión.

En la duda está oculto el germen de la mayor parte del sufrimiento humano, pero cuando es observada desde la consciencia, la duda se transforma en el objeto de meditación liberándose la mente del sufrimiento. Este es el origen y el final de todo sufrimiento.

Gustavo A. Reque

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Marbella, 14 de abril de 2009

Gustavo A. Reque Cereijo

Author: Gustavo A. Reque Cereijo

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