La enseñanza de Sanchin

Imagen Magín Novillo

El dojo estaba en silencio, apenas roto por el sonido de la respiración agitada del alumno. Había repetido Sanchin varias veces y sentía que, aunque sus músculos ardían, aún no entendía del todo el sentido de aquel kata. Finalmente se inclinó y preguntó:

—Maestro… ¿qué estamos haciendo en realidad cuando practicamos Sanchin?

El anciano lo miró con calma y se acercó despacio, como quien acaricia el tiempo con cada paso.

—Sanchin significa “Tres Batallas”. Y esas batallas no son contra un enemigo exterior, sino contra ti mismo.

El alumno lo miró sorprendido.

—¿Cuáles son esas tres batallas?

—La primera es el cuerpo —respondió el maestro—. Tus pies se hunden en la tierra, tus piernas tiemblan, tu columna se esfuerza por sostenerse. Ésa es la batalla contra la debilidad física, contra la dispersión de tu postura. Si la vences, tu cuerpo se convierte en una montaña.

Se inclinó y tocó el abdomen del joven.

—La segunda batalla es la respiración y la técnica. Cada movimiento de tus brazos, cada bloqueo o empuje, debe fluir como un río que nace en tu centro y llega limpio hasta tu mano. Si respiras agitado, la técnica se rompe; si respiras consciente, el aire se convierte en fuerza vital que nutre todo tu ser. Esa es la batalla de la energía.

Luego posó dos dedos sobre la frente del alumno.

—Y la tercera batalla es la mente-corazón. Aquí luchas contra tus distracciones, tus miedos, tu ego. Si tus ojos vagan, tu espíritu se dispersa. Si tu mirada es firme y tranquila, todo tu ser se unifica.

El alumno permaneció en silencio, procesando cada palabra.

—¿Y por qué tres, maestro? —preguntó con cautela.

El maestro sonrió.

—Porque el tres es plenitud. En todas las culturas, tres son las fuerzas que sostienen la vida: cuerpo, aliento y mente; cielo, tierra y hombre; Padre, Hijo y Espíritu; esencia, energía y espíritu. Shin, gi y tai. Cuando se unen, lo fragmentado se convierte en totalidad.

El anciano dejó que el silencio se asentara y luego continuó:

—Por eso Sanchin es más que un kata. Es un espejo. En él se reflejan tu cuerpo, tu respiración y tu espíritu. Practicarlo cada día te da tres dones:

1. Fortaleza corporal: pies firmes, columna recta, músculos enraizados.

2. Respiración consciente: calma la ansiedad, fortalece órganos internos y despierta energía vital.

3. Mente clara: capaz de permanecer en calma incluso en la presión y el combate.

El alumno bajó la cabeza, conmovido.

—Entonces, maestro, ¿Sanchin es también un camino espiritual?

El maestro puso la mano sobre su corazón.

—Cuando unes el cuerpo con la tierra, la respiración con el cielo y la mente como puente entre ambos… ya no te sientes separado. Descubres que lo divino no está lejos, en algún trono oculto, sino dentro de ti, latiendo en tu aliento y en tu presencia.

El anciano cerró los ojos un instante, como quien recuerda algo sagrado.

—Así, Sanchin se convierte en una oración sin palabras: cada paso es un “aquí estoy”, cada respiración un “gracias”, cada mirada fija un “confío”. Montaña, río y cielo se funden en ti. Y eso es lo que algunos llaman Dios, otros Tao, otros simplemente Vida.

El alumno se inclinó profundamente. Había comprendido que cada repetición de Sanchin no era una rutina, sino un viaje hacia la unión: consigo mismo, con los demás y con el universo entero.

Magin Novillo Toldos

Author: Magin Novillo Toldos

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