Si el rival se mueve, yo le sigo y llego antes…

Antonio Leyva

“Si el rival se mueve, yo le sigo y llego antes”.

Si esta frase no te hace arrugar el entrecejo, es que no la has leído bien. Ya se sabe que estos “chinos” tenían la costumbre de escribir cosas que solo tienen un significado lógico para ellos. Y sin embargo, es todo un clásico dentro de la teoría del TCC y no debería de ser algo “sin sentido”.

En TCC no solemos, aparentemente, llevar la iniciativa, sobre todo en lo que se refiere al movimiento, es decir, esperamos que sea el rival el que lo inicie. La pregunta es, ¿como si “empiezo después” puedo llegar antes?. Y aquí está la “trampa”.

Voy a tomar prestado del Judo tres términos que serán de mucha utilidad,  ”Kuzushi”, “Tsukuri” y “Kake”.

El primero podemos traducirlo como “desequilibrio”. Se considera que para poder efectuar una proyección, antes hemos de conseguir que el rival esté en desequilibrio. Sin esa condición previa, la fuerza necesaria para provocar una caída resulta enorme y posiblemente, sea más de la que podemos movilizar con nuestro cuerpo.

La segunda, “Tsukuri”, es algo así como “postura” o “posición”. Es decir, una vez que el rival está desequilibrado (en realidad no va una antes que la otra, digamos que ambas han de darse de modo simultaneo y previo) y para poder culminar con una proyección, necesitamos estar en el lugar y la postura adecuada. En caso contrario, o el momento de “Kuzushi” se agota y el rival vuelve a estar en pleno dominio de su equilibrio, o simplemente, no hay forma de lograr colocar manos, pies, cadera, etc, en el lugar preciso para proyectar.

Por último “Kake” o “técnica” es la proyección en si misma, es decir a técnica o llave que se aplica.

Aunque estos términos se aplican en Judo casi de forma exclusiva a trabajo de proyecciones, podemos extrapolarlos a cualquier otro tipo de técnicas.

“Cuando mi rival se mueve”, es algo que no todo practicante identifica del mismo modo. Para alguien con conocimientos muy elementales, ese movimiento del rival no resultará evidente hasta que se inicie la técnica en si misma. Es decir, hasta que el rival no inicia su golpe, proyección, o luxación, no se considera que se haya “movido”. Respecto a los términos de Judo, sería reaccionar a su “Kake”.

Sin embargo, tal y como se ha comentado una técnica precisa de “preparación” o dicho de otro modo, de condiciones previas para poder ser ejecutada con éxito y sin depender de una abrumadora ventaja de velocidad y fuerza. La colocación es una de ellas. Cada posición relativa entre dos rivales, tiene una cierta cantidad de potenciales técnicas aplicables entre ellos, donde “Tsukuri” ya está presente. Si eres consciente de ellas, en realidad para cuando tu rival “se mueve” hace ya tiempo que tú estas prevenido y has anulado su “Tsukuri” y su “Kuzushi”, impidiendo por tanto que pueda ejecutar su “Kake”

Una vez se logra “posición”, se necesita “desequilibrio”. Si no hablamos de proyección, el equivalente sería “hueco evidente y mal defendible” para golpes o “miembro gravemente expuesto” para luxaciones. Nuestro objetivo no es tanto evitar el desequilibrio (el problema es que tenemos enfrente a un rival que lo va a intentar y en ocasiones lo conseguirá), sino ser conscientes en todo momento de si lo estamos manteniendo o no. Sin esta consciencia, no hay forma de evitar perderlo. Con ella, siempre podemos intentar volver a recuperarlo, antes de que la situación llegue a un punto de “no retorno”.

Foto portada: Barry Yanowitz

En ocasiones se habla de la necesidad de “ablandar” al rival con golpes antes de poder encajarle una técnica de luxación o proyección. Bien, es una verdad a medias. En un contexto ideal, esos golpes previos, generan una posición y un desequilibrio previos a la técnica, de tal modo que el rival de un modo involuntario se nos ofrece. Es decir, generan “Tsukuri” y “Kuzushi”.

En un contexto más “borrico”, se trata de superar con fuerza al rival y una vez semi-noqueado, rematarle. Aquí elementos como “aprovechar la oportunidad” quedan fuera de contexto, por cuanto no había oportunidad fugaz que utilizar sino “acoso a un vencido”. No hay estrategia y la técnica presente, es burda y precisa de mucha fuerza y velocidad. No hay nada que nos interese a nivel de estudio en esta metodología, aunque la línea que separa una y otra forma de actuar, es difusa y no es prudente calificar a la ligera lo que se ve. En ocasiones hay mucha más técnica y estrategia en algo aparentemente burdo que en un sofisticado encadenamiento “técnico”.

Pero también puede suceder que esas condiciones previas y necesarias se den sin necesidad de provocarlas de un modo “activo”. Logar una buena posición depende de nuestros desplazamientos y en cierta medida de los del rival. Tener la oportunidad, depende en gran parte de que el rival de modo inconsciente (no forzado por nosotros), nos la entregue.

Cuando mi rival se mueve, yo le sigo, pero el problema es que le siga cuando ya hace tiempo que se ha movido. En el momento que el contrario busca la posición, cuando persigue la “oportunidad”, es cuando he de moverme. Y entonces es cuando consciente de la posición y de las oportunidades que él ofrece y ante la evidencia de que las que él esperaba en nosotros ya no se dan, “llego antes”.

En los últimos meses, he tenido oportunidad de enseñar a nuevos alumnos con cierta experiencia en Judo. Aunque anular sus técnicas es complicado, sin embargo anular sus búsquedas “inconscientes” de “Posición” y “Desequilibrio” me resultaba bastante más sencillo. Por una parte, porque ellos no eran grandes conocedores de estos términos y por otro porque se centraban en la técnica. Cuando intentaban culminar con una proyección “Kake”, hacía ya tiempo que yo me había defendido de sus intentos de “Posición” y “Desequilibrio”, con lo que sus técnicas, carecían de base que las sustentase.

Supongo que frente a un practicante más consciente y hábil en conseguir esas condiciones previas, las cosas se complicarían exponencialmente, pero no es la tónica de estrategia que suelo encontrar. Hay en general mucha y buena técnica, pero no aprecio en igual medida estrategia y ciertos fundamentos. Y esta crítica es extensiva a todos los estilos, ya que no es una cuestión de estilos, sino de practicantes.

Por mi parte, se puede decir que al contrario, esas son las claves de mi estrategia y que ésta es la que determina mi técnica.

Cuando mi rival empieza a estudiar mi posición para ver por donde está la posible entrada, el ya ha iniciado su movimiento. Mi habilidad me ha de permitir detectar estas maniobras y entonces, cuando él se mueve, yo reacciono a su movimiento, que ya conozco, y me anticipo a sus intenciones.

¿Y como aprende uno a interpretar la intención de búsqueda de oportunidad del rival?. Las palabras de siempre, “Experiencia” y “Práctica”.

Pero si hablamos de TCC, esa experiencia llega con más facilidad a través del trabajo de Tuishou (empuje de manos), pues es el método que nos ofrece el sistema precisamente para lograr esta habilidad y que marca diferencias frente a otros sistemas que no poseen este “escalón” de aprendizaje entre intuición y habilidad y que se solventa sobre todo a base de la genialidad del practicante y no tanto gracias a una metodología específica.

Cuando vemos a dos practicantes de TCC entrenar tuishou, lo habitual es, o ver que se empujan como toros con la intención de mover uno al otro, o por el contrario, repetición de “patrones muertos”, donde sensibilidad, escucha y reacción parece que estuvieran prohibidos…

Por suerte, otros muchos practicantes siguen una idea de trabajo mucho más fructífera (a la vez vez que apasionante y divertida) y que es la que nos interesa. Se trata de interpretar el tuishou como un trabajo de aprendizaje, en el que “contar puntos” deja de tener sentido.

Uno se enfrenta al compañero y sigue su movimiento, intentando interpretar sus intenciones y anularlas, a la vez que persigue las oportunidades que el compañero y su movimiento y posición nos brindan.

Cuando el compañero nos coloca una buena técnica, en vez de ofuscarnos e intentar evitar a toda costa que nos la repita, por contra intentamos que nos vuelva a hacer la misma maniobra, bien porque lo solicitamos de modo expreso, bien porque lo propiciamos repitiendo todo lo que dio lugar a que nos la aplicasen, estudiando de nuestro compañero, qué hace, como lo hace y qué es lo que hemos hecho por nuestra parte para que tuviera oportunidad de hacerlo. Para ello, “nos ofrecemos” las veces que sea preciso a que nos la vuelva a aplicar, estudiando tantas veces como sea necesario el proceso de nuestra “derrota”. Conocido y entendido dicho proceso, podemos tomar medidas, ahora si con fundamento, para anular su técnica, pero sobre todo, para identificar el tipo de errores propios que dan lugar a esa particular vulnerabilidad. Y como premio extra, es posible que al compañero además de anularle su técnica, se la “robemos” y la incorporemos a nuestro arsenal.

De este modo aprendemos a analizar no tanto la técnica final (que también), como las situaciones previas que dieron lugar a que el compañero pudiera aplicar la técnica en cuestión y que son la clave de su uso eficiente.

Actuando de esta manera, aprendemos a identificar las cosas en su raíz y no en su culminación y sentamos las bases para poder “seguir a rival y llegar antes”.

A nivel técnico, uno de los modos de conseguir “llegar antes” es jugar con la distancia. Si el compañero lanza un golpe y yo avanzo hacia él en ese momento, rompo la distancia. Cuando su técnica adquiera el máximo poder, yo ya no estoy allí, sino que al avanzar me encuentro más cerca y más pronto de lo que él esperaba. De este modo “le sigo y llego antes”.

Si por el contrario retrocedo, pero manteniendo la relación de distancia (sigo su movimiento, no escapo a ciegas del mismo), su técnica nunca me alcanza, pero yo puedo aplicar la mía a sabiendas de que la suya no me afectará. (Por supuesto, todo esto es a un nivel teórico e ideal, la realidad es que nada es infalible).

Esta estrategia da muy buenos resultados, pero precisa de una condición para funcionar, hemos de ser capaces de movernos justo cuando el rival se mueve. Para ello y teniendo en cuenta que existe un tiempo de reacción desde que el estímulo (visual, táctil o auditivo) llega a nuestro cerebro hasta que se movilizan los músculos, debemos ser capaces de discernir sus intenciones antes de que su movimiento se produzca. Esto es lo que proporcionan los trabajos de Tuishou, Ta Lü, San Shou, el entrenamiento de aplicaciones con cierto grado de libertad y en definitiva, el trabajo libre de sparring para todos los entrenamientos por parejas (que no es necesariamente lo mismo que combate libre sin control y a contacto pleno).

Otro aspecto a tener en cuenta, tanto a la hora de vigilar las acciones del rival como a la de dirigir nuestra estrategia, es la habilidad de “apuntar” que de comentó ampliamente en esta anterior entrada: Agresividad

“Cuando mi adversario se mueve, le sigo y llego antes”, es un concepto de índole superior en el TCC y la base de muchas de sus estrategias. Aquí se han apuntado algunos aspectos de análisis del mismo, pero ni son los únicos ni necesariamente “perfectos” en su planteamiento. Animo a todos a que reflexionemos sobre estos aspectos aparentemente “abstractos” del TCC, o los que tengan nuestros respectivos sistemas, y que mediante el estudio, pueden traducirse en elementos muy concretos que nos conducen a niveles de habilidad ” muy interesantes”.

Fuente: http://taichichuanantonioleyva.wordpress.com/

Foto portada: Barry Yanowitz

Antonio Leyva

Author: Antonio Leyva

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