Centrarse en una sola cosa
Sep03

Centrarse en una sola cosa

El joven Tanit fue a ver al sabio del pueblo y le preguntó: – Señor, ¿qué debo hacer para conseguir lo que yo quiero? El sabio no contestó. Tanit se marchó después de repetir su pregunta varias veces con el mismo resultado. Volvió al día siguiente con la misma pregunta. De nuevo no obtuvo ninguna respuesta por lo que volvió por tercera vez y repitió su pregunta: – ¿Qué debo hacer para conseguir lo que yo quiero? El sabio le miró y dijo: – Ven conmigo Y se dirigieron a un río cercano. Entró en el agua llevando al joven de la mano y cuando alcanzaron cierta profundidad el sabio se apoyó en los hombros del joven y lo sumergió en el agua. Pese a los esfuerzos del joven por liberarse, allí lo mantuvo el sabio un largo rato. Al fin lo soltó y Tanit pudo recuperar su aliento. Entonces el sabio le preguntó: – Cuando estabas bajo el agua, ¿qué era lo que más deseabas? Sin vacilar Tanit contestó: – Aire, quería aire. – ¿No hubieras preferido mejor riquezas, comodidad, placeres, poder o amor? – No, señor, deseaba aire, necesitaba aire y solo aire – fue su inmediata respuesta. – Entonces – contestó el sabio -, para conseguir lo que tú quieres debes quererlo con la misma intensidad que querías el aire, debes luchar por ello y excluir todo lo demás. – Debe ser tu única aspiración día y noche. – Si tienes ese fervor, conseguirás sin duda lo que quieres. Maestro: con el esfuerzo, la insistencia y centrando tu energia en una única cosa conseguirás todo lo que te propones Fuente: autor desconocido Foto...

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Metáfora del árbol con frutas
Jul25

Metáfora del árbol con frutas

– Las adversidades pueden ser causa de crecimiento y de iluminación – dijo el maestro. Y lo explicó del siguiente modo: – Había un pájaro que se refugiaba a diario en las ramas secas de un árbol que se alzaba en medio de una inmensa llanura desértica. Un día, una ráfaga de viento arrancó la raíz del árbol, obligando al pobre pájaro a volar cien millas en busca de un nuevo refugio… hasta que, llegó a un bosque lleno de árboles cargados de ricas frutas. Y concluyó el Maestro: – Si el árbol seco se hubiera mantenido en pie, nada hubiera inducido al pájaro a renunciar a su seguridad y echarse a volar. Fuente:Contarcuentos.com Foto...

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Todo es Dios

El gurú y el discípulo estaban departiendo sobre cuestiones místicas. El maestro concluyó con la entrevista diciéndole: – Todo lo que existe es Dios. El discípulo no entendió la verdadera naturaleza de las palabras de su mentor. Salió de la casa y comenzó a caminar por una callejuela. De súbito, vio frente a él un elefante que venía en dirección contraria, ocupando toda la calle. El jovencito que conducía al animal, gritó avisando: – ¡Eh, oiga, apártese, déjenos pasar! Pero el discípulo, inmutable, se dijo: Yo soy Dios y el elefante es Dios, así que ¿cómo puede tener miedo Dios de sí mismo? Razonando de este modo evitó apartarse. El elefante llegó hasta él, lo agarró con la trompa y lo lanzó al tejado de una casa, rompiéndole varios huesos. Semanas después, repuesto de sus heridas, el discípulo acudió al mentor y se lamentó de lo sucedido. El gurú replicó: – De acuerdo, tú eres Dios y el elefante es Dios. – Pero Dios, en la forma del muchacho que conducía el elefante, te avisó para que dejaras el paso libre. – ¿Por qué no hiciste caso de la advertencia de Dios? Maestro: Afila el discernimiento. No tomes la soga por una serpiente, ni la serpiente por una soga. Fuente: 101 cuentos clásicos de la India – Ramiro A....

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Ver la realidad
May05

Ver la realidad

¿Para que sirve un Maestro?, preguntó alguien. Y un discípulo respondió: – Para enseñarte lo que siempre has sabido. – Para mostrarte lo que siempre has estado mirando. Y como la respuesta dejó perplejo al visitante, añadió el discípulo: – Con sus pinturas, un artista me enseñó a ver la puesta del sol. – Con sus enseñanzas, el Maestro me ha enseñado a ver la realidad de cada momento. Fuente: ¿Quién puede hacer que amanezca? de Anthony de Mello Foto...

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El oro
Abr22

El oro

Cierto día, dos hombres que se encontraron en la ruta caminaban junto hacia Salamis, la Ciudad de las Columnas. Al mediodía llegaron hasta un ancho río sin puente para cruzarlo. Debían nadar o buscar alguna otra ruta que desconocían. Y se dijeron: “Nademos. Después de todo el río no es tan ancho”. Y se zambulleron y nadaron. Y uno de los hombres, el que siempre supo de ríos y rutas de ríos, de pronto, en el medio de la corriente, comenzó a perderse y a ser arrastrado por las impetuosas aguas; mientras, el otro, que nunca antes había nadado, cruzó el río en línea recta y se detuvo sobre un banco. Entonces, viendo a su compañero luchando aún con la corriente, se arrojó otra vez al agua y lo trajo a salvo hasta la orilla. Y el hombre que había sido arrastrado por la corriente dijo: – ¿No habías dicho que no podías nadar? – ¿Cómo es que cruzaste el río con tanta seguridad? – Amigo -explicó el segundo hombre-, ¿ves este cinturón que me ciñe? Está lleno de monedas de oro que gané para mi esposa y mis hijos, todo un año de trabajo. Es el peso de este cinturón el que me condujo a través del río, hacia mi esposa y mis hijos. Y mi esposa y mis hijos estaban sobre mis hombros mientras yo nadaba. Y los dos hombres continuaron su camino juntos hacia Salamis. Cuento de Gibrán Jalil Gibrán. Foto portada: M. Martín...

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