Todo Prestado

Yolanda Calvo Gómez – Psicóloga

Vivimos con la falsa sensación de seguridad de que todo lo que poseemos es realmente nuestro. Nuestra casa, nuestra pareja, nuestros hijos, nuestra familia, nuestro trabajo, incluso nuestro cuerpo. Los pronombres posesivos y los personales llenan nuestra identidad: “yo”, “mí”, “mío”, “conmigo”. En los países occidentales, cuya población es sólo un pequeño porcentaje de la población mundial, crecemos con la falsa sensación de que mañana voy a estar aquí, voy a tener la misma familia, la misma casa, la misma pareja, la misma salud. Normalmente, la verdad, esta idea de continuidad va a ser una predicción certera. Mañana será como hoy. Hoy ha sido como ayer. Una continuidad en la que suavemente ocurren cambios y damos curvas en el camino.

Sin embargo, no siempre es así. A veces las crisis, personales o globales, vienen a golpear nuestra vida, para despertarnos con un buen sacudón. Mañana podemos estar enfermos, mañana nuestra pareja nos puede abandonar, o somos nosotros los que lo haremos, mañana podemos no tener trabajo, o casa, mañana la muerte puede visitar nuestro hogar, o a nosotros mismos. Pero también, mañana podemos conocer a alguien maravilloso que dé un nuevo rumbo a nuestra vida; mañana podemos tener un golpe de suerte; mañana puede ocurrir algo extraordinario que nos haga sentirnos intensamente plenos; mañana nos puede tocar la lotería.

De igual forma que no tendría mucho sentido hacer planes para el mañana con una lotería que aún no nos ha tocado, de igual manera, vivir con una constante sensación de inseguridad y peligro no tendría tampoco sentido y generaría una ansiedad insoportable. Como siempre, todo es cuestión de equilibrio.

Tener esa sensación de inseguridad constante, maximizar la probabilidad del peligro nos producirá una ansiedad, una sensación de riesgo inminente, que al alargarse en el tiempo, producirá una ansiedad y estrés prácticamente inaguantable. No podemos vivir con un tigre en la casa de nuestra mente todo el tiempo. Una de dos: o domamos el tigre, y nos damos cuenta de que es un gato, o el tigre se tiene que ir de nuestra casa.

Sin embargo, vivir con la falsa sensación de que todo va a seguir siempre igual, y de que todo nos es debido, es causa, igualmente, de infinidad de problemas emocionales, especialmente aquellos que tienen que ver con la rabia, la irritabilidad y el resentimiento. ¿Por qué estas emociones? Porque cuando sentimos que la vida o el azar nos “quita” algo que consideramos “nuestro” nos enfadamos, lo consideramos injusto, y ante la injusticia sentimos resentimiento. Un dicho común es afirmar “la vida es injusta”, como si la Vida pudiera ser una persona, un ser concreto que caprichosamente reparte sus favores o disfavores. La vida no es ni justa, ni injusta. La vida ES. Somos nosotros los que podemos ser injustos. Pero la vida simplemente ES. La VIDA no es un ser, una personificación o deificación que piense en nosotros. Pensemos en algo: nosotros poseemos una flora bacteriana en nuestro intestino, y nos interesa que esté en equilibrio y funcione bien, pero no nos interesa la vida de cada una de las bacterias de nuestra flora intestinal. De igual manera que la flora intestinal habita nuestro intestino, nosotros habitamos este planeta. Nuestros cuerpos albergan la VIDA durante un tiempo. Pero la vida ES, independientemente de que cada uno de nosotros, individualmente, exista o no exista, le vaya bien o no le vaya bien. Así que, si la vida no es injusta, ¿Contra quién enfadarse?  ¿Contra quién sentir este resentimiento? ¿Quién ha sido injusto con nosotros? Sólo una falsa personificación de la Vida, nos hace caer en el error de injusticias percibidas.

No demos nada por sentado. Nada es nuestro, todo es prestado. Incluso nuestro cuerpo que abandonaremos, también, algún día.

En este mundo en el que tenemos la suerte de tener tantas cosas, terminamos por olvidarnos de sentir y expresar agradecimiento, amor y compasión. Por nosotros mismos y por los demás. Para algunas personas, llenas de rabia, irritabilidad y emociones negativas relacionadas, como el odio, la envidia, o el resentimiento, sentir esas emociones positivas será sumamente difícil. Un primer paso será empezar por uno mismo.

Pensemos un poco. Sin necesidad de juzgarnos, ni criticarnos, sólo observando con objetividad:

¿Cuánto tiempo al día dedicamos a albergar pensamientos y emociones negativas? ¿Cuánto tiempo pasamos criticando, enjuiciando, estando enfadados e irritables? ¿Cuánto tiempo pasamos viendo programas televisivos en los que se critica a personas cuya vida, en realidad, no nos interesa, porque no los conocemos personalmente? ¿Cuántos bulos que corren por internet o en las redes sociales hemos divulgado, hemos dado a reenviar, hemos compartido, creyéndolos nada más leerlos y sin haber dedicado cinco minutos a hacer una mínima comprobación?

¿Cuánto tiempo al día dedicamos a albergar pensamientos y emociones positivas? ¿Cuánto tiempo pasamos dando gracias, pidiendo por favor, saludando con sinceridad y buenos deseos? ¿Cuánto tiempo dedicamos a desear a otras personas que estén bien, que sean felices, que no tengan problemas? ¿Cuánto tiempo dedicamos a escuchar de verdad, sin cerrar la puerta de nuestro corazón diciendo o pensando “eso es una tontería”? ¿Cuánto tiempo dedicamos a ver películas o programas que nos dejen un poso de buenos sentimientos y pensamientos? ¿Cuánto tiempo dedicamos a defender a una persona que ha sido atacada o criticada injustamente? ¿Cuántas veces, al escuchar una crítica nos planteamos, como mínimo, si está justificada o no? ¿Cuántas veces decimos gracias al día? ¿Y cuántas veces, al decir gracias, lo sentimos de verdad?

Un símil budista compara la mente con una vasija. Igual que la vasija gota a gota se llena de agua limpia o de agua envenenada, de igual forma, nuestra mente, gota a gota, se llena de pensamientos y emociones positivas, felices y constructivas, o de emociones y pensamientos envenenados y destructivos.

¿De qué quieres, tú, llenar la vasija de tu mente?

Es seguro que quieres ser feliz. No creo que haya nadie que no quiera ser feliz, que se levante por la mañana planeando qué infelicidades se va a aplicar a sí mismo ese día. Todos queremos ser felices. Sin embargo, los pensamientos negativos, el miedo, la rabia, o el resentimiento, son obstáculos muy serios para la felicidad. ¿Quieres ser feliz? Empieza practicando este ejercicio de Mindfulness que adjunto en esta entrada. Continúa cuidando tus palabras, tus pensamientos, tus lecturas, tus programas de televisión. Intenta, poco a poco, gota a gota, minuto a minuto, llenar tu mente de pensamientos y emociones constructivas y positivas.

No, no temas. No te convertirás en un mojigato o mojigata. No te transformarás en un alma cándida al que todo el mundo engañe. Serás una persona más plena, más completa, más feliz. Igual que tomar veneno todos los días no hará más fuerte tu cuerpo, tomar veneno mental todos los días, no hace más fuerte tu mente. La debilita, la envenena, la destruye. Si quieres una mente fuerte, serena y feliz, cuida el alimento que le das.

Empieza por agradecer todos los días, al menos siempre que puedas, o siempre que hagas este ejercicio, esas pequeñas cosas de la vida que consideramos “nuestras”. Piensa durante un tiempo en ellas como si fueran prestadas. Y ante un préstamo tan generoso, di con todo tu corazón:“Gracias”. No, la VIDA no va a parar su recorrido para escucharte. Es verdad. Es tu corazón el que escucha. Tal y como afirma el investigador Martin Seligman, la gratitud es una de las características que más contribuye a la Felicidad. ¿Quieres probarlo?

“La gratitud es una herramienta poderosa para aumentar la satisfacción en la vida.” (Martin Seligman).

“La gratitud abre la puerta al poder, la sabiduría y la creatividad del universo. Abres la puerta por medio de la gratitud”. (Deepak Chopra).

“Cuando practicas gratitud, hay un sentido de respeto hacia los otros”. (Dalai Lama).

“El milagro de la gratitud es que cambia tu percepción, de tal forma, que cambia cómo ves el mundo”. Dr. Robert Holden.

“La gratitud es el ingrediente más importante para vivir una vida de éxito y realización”. Jack Canfield.

“Demostrar agradecimiento es una de las cosas más simples, pero más poderosas que una persona puede hacer por otra”. (Randy Pausch).

“Sean cuales sean nuestros problemas y desafíos, es importante pararse de vez en cuando, para apreciar lo que tenemos, en todos los niveles”. (Shakti Gawain).

“Gracias por la suerte tan enorme que tengo. Soy mujer y he nacido en esa pequeña parte del mundo donde ser mujer está bien y eres tratada con justicia y equidad. Y, además, en esa pequeña parte del mundo, he nacido en el momento histórico en que las mujeres ya habíamos conquistado libertades y derechos, y en el seno de una familia que los respetaba y apreciaba. He estudiado, trabajo en lo que me gusta, y nadie, nunca, puso límites a mis sueños… sólo yo misma con mis miedos. Cuando con 17 años me matriculé en la Facultad, una chica lloraba delante de mí porque sus padres no le permitían estudiar una carrera universitaria. En aquellos tiempos eso ocurría. Sin embargo, mis padres me educaron insistiendo en que yo, como mujer, podía conseguir todo lo que me propusiera, igual que un hombre, nunca me dijeron, ‘no puedes estudiar eso, no puedes hacer eso, porque eres mujer’. No he visto mi camino limitado ni frenado por el hecho de ser mujer, porque las personas que me quieren y están a mi lado, les da igual mi género, me aprecian y quieren por lo que soy. Tengo una suerte enorme que deseo que tengan todas las mujeres del planeta, la mayoría de ellas no tan afortunadas. Cada mañana cuando me levanto y soy consciente de este enorme privilegio sólo puedo decir: Gracias, Gracias, Gracias.” Yolanda Calvo.

 

“Cada día, piensa al levantarte, ‘hoy he sido suficientemente afortunado y me he levantado, estoy vivo, tengo una vida preciosa, no voy a malgastarla. Voy a utilizar todas mis energías para desarrollarme, para expandir mi corazón hacia los otros, para alcanzar iluminación para el beneficio de todos los seres, voy a tener pensamientos amables hacia los demás, no me voy a enfadar ni pensar mal de otros, voy a beneficiar a los demás todo lo que pueda.’” (Oración del Dalai Lama).

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Meditación en el Agradecimiento al Cuerpo por  Yolanda Calvo Gómez en Vimeo.

Fuente: linkcerebromente

Foto portada: _Blume

Yolanda Calvo Gomez

Author: Yolanda Calvo Gomez

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