Ética y deportes de combate

Kenji Tokitsu CN-9º Dan

El XIº Coloquio Internacional JORRESCAM se celebró el 16 de marzo de 2012 en la Universidad Toulouse 1 Capitol, con el tema general de: «Ética y deportes de combate».
En esta ocasión, di una conferencia que podría interesar a mis alumnos.
Por tanto, pongo el contenido de la conferencia a su disposición en mi crónica de este mes

¿La ética en los juegos deportivos o en las artes marciales?
Creo que debemos abordar el concepto de la ética en los deportes de combate y en las artes marciales desde dos ángulos diferentes: el ritual y la conciencia en función del nivel de práctica alcanzado por cada uno.

Aunque la práctica de la ética implica un aspecto ritual uniforme, la conciencia de la ética varía según el grado de progresión de la persona. Un principiante aprenderá la ética bajo la forma de rituales o de normas asociados a la disciplina. A medida de que progresa, su conciencia de la ética sobrepasará naturalmente el marco formal del ritual y de las reglas. Para un experto, esta ética debería ser indisociable de su manera de vivir. Es sólo a este nivel que podemos hablar de filosofía en las artes marciales.

En este sentido, me parece que sería un error hablar de la ética en arte marcial como si se tratara esencialmente de una normativa uniforme, puesto que la ética ya implica un cambio cualitativo según el nivel de la persona. Aunque el marco de la ética sigue siendo el mismo, la conciencia que uno tenga de la ética cambiará en función de su visión de la práctica, a medida de que vaya progresando. Esto puede ser comparable a la ascensión de una montaña por un alpinista.

Me explico.
Si haces la ascensión al Mont Blanc, tu visión irá cambiando con la altitud. La vista que tenías de la cumbre cuando estabas al pie de la montaña ya no tiene nada que ver con la que disfrutas al llegar arriba. Por supuesto que eres la misma persona, pero ya tienes una visión totalmente diferente de la que disfrutabas cuando estabas abajo.

Si no hay ascensión, no hay alpinismo. Igualmente, si no hay progreso, no tiene sentido hablar de la práctica de un arte marcial que emplee el sufijo -do, o vía. En él, el concepto de cambio en la práctica queda claramente expresado. Al avanzar por la vía, tu visión cambiará. Si no cambia, significa que no ha habido progreso en la vía, sino sólo la práctica de un sistema.

Cada disciplina tiene su particularidad aunque apunte en una dirección similar. Hablando con rigor, la ética en su forma ritual es propia de cada disciplina y se aplica al conjunto de los practicantes. En efecto, la particularidad existe en cada disciplina, sea el kendo, el kárate-do, el iai-do, el aiki-do, el judo, el sumo (do)… Constituye tanto la manera de prepararse para afrontar el combate, como la manera de practicar las técnicas y la forma de respetar al adversario.

Si los marcos rituales de la ética se imponen de manera casi uniforme para todos los que se entregan a una disciplina, la ética en las artes marciales implica otro aspecto que debe constituirse y consolidarse con la evolución de la persona en el curso de su progresión técnica. Porque la progresión técnica implica la evolución de la persona de manera ascendente, por poco que practiquemos y nos inspiremos según el concepto de do, o vía. Porque la vía es el trayecto por donde uno camina y avanza; implica una evolución. En la vía, la visión del principiante no debe ser la misma que la del experto, aunque el marco de la ética sigue siendo el mismo.

Creo que a menudo se olvida este aspecto evolutivo de la ética cuando se habla de temas éticos en las artes marciales.

Me gustaría que reflexionáramos sobre esto a partir de unos ejemplos del aspecto práctico de los deportes de combate y de las artes marciales.

Para ser preciso, me basaré en las disciplinas del origen de las artes marciales japonesas. No citaré ni los nombres de los protagonistas ni el año de los acontecimientos que me han inspirado esta reflexión.

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Durante el final de un combate Olímpico de judo, un judoka japonés se lesionó el tobillo. A pesar de ello y de la cojera resultante, combatió valientemente y acabó llevándose la victoria. Fue un espectáculo emocionante. Todo el mundo lo felicitó por su coraje y por sus cualidades de combatiente. Su adversario desapareció de la escena. Obviamente, nadie le dio la enhorabuena, porque perdió contra un adversario lesionado. En cuanto el vencedor japonés se coloca bajo los focos, su adversario se aparta hacia la sombra. Es fácil comprender la razón.

Sin embargo, si examinamos esta situación de combate desde un ángulo diferente, el perdedor habría podido combatir utilizando técnicas de barrido, que son autorizadas en el marco de las técnicas deportivas gobernadas por reglas. Pero, de haberlo hecho, sin duda le habría agravado la lesión al adversario. Sin embargo, habría podido conducir el combate de modo provechoso para él y muy probablemente habría sido el vencedor. Pero no lo hizo y perdió.

Si el japonés tenía una desventaja a causa de su lesión, su adversario también sufrió un handicap al someterse voluntariamente a una restricción moral importante, porque al estar lesionado su adversario, no quiso lesionarle más y prefirió no sacar provecho de una técnica que le habría permitido ganar. De algún modo, podemos decir que aceptó asumir este handicap moral. Porque un combatiente cualificado debe espontáneamente encontrar el punto débil de su adversario. Si sigue la lógica del combate, debería poder aprovecharlo para aumentar su ventaja, lo que va en contra de su ética. Al prohibirse a sí mismo el derecho de beneficiarse de semejante ventaja, asumió voluntariamente un handicap que lo condujo a la derrota. Personalmente, creo que éste es el combatiente que merecía los elogios.

Una pregunta se impone: ¿qué lugar ha de ocupar la ética en las reglas deportivas?

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He aquí el segundo ejemplo.

Me inicié en el kendo a la edad de 10 años en Japón, y dejé de practicarlo al cabo de un año. Hace unos veinte años, reanudé el entrenamiento del kendo en Francia, con un profesor francés. En aquella época, yo residía en París y el profesor se desplazaba hasta mi dojo personal para entrenarse conmigo. Después de cada entrenamiento, hablábamos mucho sobre el kendo, y aquellas ocasiones eran momentos privilegiados de lecciones de kendo para mí.

Lo que más me impactó de su enseñanza fue lo siguiente.

Un día, después del entrenamiento, mientras tomábamos el té, me dijo:

«Vi en Coubertin el combate más magnífico de mi vida. Un kendoka japonés toma la guardia alta (jodan) y empuja a su adversario con su ki, lo que le obliga a éste a retroceder. Él avanza despacio, el adversario retrocede despacio, hasta verse obligado a salir de la zona de combate. El adversario recibe una advertencia «chui». Se reanuda el combate. La misma situación se reproduce tres veces y el adversario pierde el combate por descalificación. Así, el combatiente japonés se llevó la victoria sin dar un solo golpe. Fue el combate más magnífico que jamás haya visto hasta ahora….»

Me alegré mucho de oír esta anécdota de mi profesor, y sobre todo por oírlo por parte de un francés.

El ejemplo siguiente permitirá comprender mejor esta situación.

En aquella época, continué practicando el kendo a la vez que el kárate. Leí muchos libros y artículos sobre el kendo, incluyendo el artículo siguiente.

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El tercer ejemplo.

Dos kendoka de 7º dan, A y B, combaten. El combatiente A rechaza a su adversario B con su kizémé (ofensiva del ki). Con la energía o la voluntad ofensiva de A, el combatiente B se ve obligado a retroceder hasta la pared del dojo y ya no puede retroceder más. En el ejemplo anterior, el combatiente B se había sentido obligado a salir de la zona. En el caso presente, el combatiente B no puede retroceder más. Queda inmovilizado durante un instante, que el combatiente A aprovecha para asestarle un golpe magnífico en la cabeza (men), llevándose la victoria.

Es una victoria perfecta.

Después del combate, el Maestro de los dos kendoka le dice al combatiente A:
«En el mismo momento en que tu adversario retrocedió hasta la pared, ya habías ganado el combate. Era evidente, pero a pesar de ello, le has asestado un golpe. Ha sido un golpe inútil, y además un acto de crueldad. Eso no es lo que buscamos en el kendo…»

¿Qué lecciones podemos sacar de estos tres ejemplos?

En cuanto a la ética en la práctica, los ejemplos que acabamos de ver demuestran que no podemos hablar de la ética sin tener en cuenta la conciencia relativa del nivel de práctica de la persona. La ética en artes marciales no es comparable al código de circulación que todo el mundo debe respetar por igual. La ética en arte marcial implica un nivel de progreso del practicante en la disciplina. En cierto modo, la conciencia de la ética va a la par del nivel de práctica de la persona.

No tiene sentido pedirle a un principiante, primero que comprenda y luego que vaya en el mismo sentido que lo que hemos visto en el tercer ejemplo.

Se trata de un aspecto difícil de sistematizar como normativa, lo que constituye una cierta dificultad para la practica a la manera Occidental, que tiende a querer sistematizarlo todo en forma de reglas.

Por ejemplo, en el primer caso, el que sufrió la derrota habría podido ser el vencedor combatiendo a fondo según las reglas establecidas, sin preocuparse del estado de salud de su adversario. Perdió porque había progresado lo suficiente como para darse cuenta del estado de su lesión, y su conciencia le impidió emplear actitudes técnicas que le habrían permitido ganar pero que iban en contra de su ética.

En el segundo caso, el vencedor no necesitaba dar un golpe para ganar, ya que su adversario había retrocedido fuera de la zona de combate. Los que estaban suficientemente avanzados en la práctica pudieron apreciar la calidad de este combate y pudieron decir: «¡fue un combate magnífico!»
Pero me pregunto cómo habrían reaccionado los espectadores si este tipo de combate se hubiera celebrado en un lugar donde se acude esencialmente para ver espectáculo !!! Muy probablemente, se habrían oído silbidos al no haberse visto ningún golpe.

El tercer ejemplo hace más explícita la situación y la calidad del combate gracias a las palabras del Maestro que explica por qué no había que golpear. Cuando dice «ha sido un golpe inútil, y además un acto de crueldad», expresa no sólo la calidad de combate que hay que buscar, sino la ética subyacente al kendo. Pero esta ética está lejos de ser evidente para un principiante, que debe perseverar para aprender a golpear con toda su energía.
Creo que estos tres ejemplos pueden hacernos reflexionar sobre lo que se entiende por «ética» en el arte marcial japonés. La ética en el arte marcial, pero también en el deporte de combate, no puede ser comparada con el código de circulación, porque una disciplina de combate no implica solamente unas raíces culturales; la conciencia de la ética debe también evolucionar con el nivel del practicante, como nos lo demuestran estos últimos ejemplos sobre el kendo.

Voy a terminar con una reflexión sobre el contexto cultural de la ética.

Porque si la ética debe encontrarse en la calidad práctica del deporte de combate y de las artes marciales, también se expresa en el marco gestual, como por ejemplo en los modelos de saludo.

Sobre este punto, existe un gran malentendido en cuanto a las artes marciales de origen japonés.

Habitualmente, en los clubs serios, antes del entrenamiento, cuando el alumno más antiguo pronuncia la orden «seiza», todos se alinean frente al profesor y frente a la pared donde suele estar la foto del fundador de una escuela de kárate, de judo, o de aiki-do. Todo el mundo lo saluda al oír la orden «Shomen ni rei».

Luego, el profesor se pone frente a los alumnos y, a la orden de «Sensei ni rei», profesor y alumnos se saludan mutuamente.

Luego, a veces, a la orden de « Otagai ni rei», todos los alumnos se saludan mutuamente.
Este ritual se considera «tradicional», y por tanto los practicantes serios lo aplican como la base de su ética en artes marciales. En cierto modo, viven la autenticidad tradicional del arte marcial japonés.

Pero dicho esto, una gran parte de este ritual considerado «tradicional» no lo es de ninguna manera. Las artes marciales japonesas fueron transmitidas dentro del contexto social estricto de los samurai hasta el siglo XIX. Entonces, si hablamos del aspecto tradicional de su ética, no podemos dejar de referirnos a la cultura y a la tradición de los samurai.

Pero resulta que los samurai no practicaban este tipo de saludo.

Para abreviar e ir derecho a lo esencial, esta forma de saludo proviene del sistema militar occidental y no de la tradición japonesa.

Si los alumnos se alinean al escuchar la orden de «seiza», que es una palabra japonesa, es porque este acto es una transposición de la alineación de los soldados al oír la orden «¡A formar!». Los samurai no se alineaban de este modo ni antes, ni después de su entrenamiento de artes marciales. Se alineaban delante de su Señor, pero no para entrenar.

El saludo ante la foto del maestro fundador es una transposición del saludo militar ante la bandera nacional. Los samurai no practicaban en absoluto este tipo de saludo. Saludaban juntos a su Señor, pero el saludo a su maestro de artes marciales tenía un carácter más individual.

El modelo de acción colectiva forma parte de la eficacia militar, pero los samurai japoneses no lo aprendieron hasta muy tarde. Podemos decir que lo aprendieron para poner fin a su existencia como samurai, ya que este modelo se hizo efectivo en la época en la que la clase de los samurai fue reemplazada por la fuerza militar moderna siguiendo el modelo europeo. Estos modelos que se creen «tradicionales» fueron introducidos en Japón desde Europa en los años 1860-1870 con el sistema militar.

En los años 1850, varias cientos de escuelas de sable (kenjutsu) fueron censadas en Japón, y cada una de ellas tenía algunas particularidades en su ritual de práctica. Por tanto, sería falso pensar que el modelo de saludo que acabamos de ver fuese único en su género.

Sólo una pregunta para terminar.

¿Por qué razón debemos referirnos a la tradición cuando practicamos las artes marciales «tradicionales», cuando sabemos que su contenido y su manera de práctica han evolucionado considerablemente? Por qué no reflexionar sobre la ética a partir de la calidad y de la forma de nuestra práctica contemporánea, que tanto han evolucionado en técnica y en el fin buscado en el marco deportivo?


Continuará…

Fuente:www.tokitsu.es

Foto interior:  Ametxa

Kenji Tokitsu

Author: Kenji Tokitsu

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