A las charlas del maestro Bankei asistían no solo estudiantes de Zen, sino personas de toda condición y creencia.
Bankei no recurría jamás a citas de los sutras, ni se enzarzaba en discusiones escolásticas. Sus palabras le salían directamente del corazón e iban dirigidas a las corazones de sus oyentes.
Sus largas audiencias acabaron irritando a un sacerdote de la escuela Nichiren, cuyos adeptos lo habían abandonado para ir a oír hablar del Zen. Cierto día, este egocéntrico sacerdote se encaminó hacia el templo donde disertaba Bankei, con el propósito decidido de entablar con él un duro debate.
– Eh tú, maestro Zen, – gritó
– Atiende a esto.
– Quienquiera que te respete te obedecerá en cuanto digas …
– .. pero un hombre como yo no profesa respeto alguno.
– ¿Cómo puedes hacer que te obedezca?
Bankei dijo:
– Acércate a mi lado y te demostraré.
Orgullosamente, el sacerdote avanzó entre la multitud hasta llegar al lugar ocupado por el maestro.
Este sonreía:
– Colócate a mi izquierda.
El sacerdote obedeció.
– No espera – se retractó Bankei.
– Hablaremos mejor si estás a mi derecha.
– Ponte aquí.
El sacerdote se dirigió altivamente hacia la derecha.
– ¿Lo ves? – observó entonces Bankei.
– Estás obedeciéndome.
– Y la verdad es que pienso que eres una persona muy dócil.
– Ahora siéntate y escucha.
Fuente: cuento tradicional Zen
16 abril, 2012
Hola Buenos días, Me gustaría preguntar si ésto es también relativo a cuando aprendemos Karate, la obediencia a nuestro Sensei?.-
Por favor, me lo podríais aclarar.
Saludos muy cordiales,
Raúl
16 abril, 2012
Mi opinión es que nada deberíamos de hacerlo a «ciegas», por lo que descartaríamos la «obediencia ciega». La obediencia debe de partir del respeto mutuo y sobre todo del desprendimiento de Ego. Si nos creemos superior al otro aunque sea nuestro profesor no puede haber aprendizaje ya que en principio falta la confianza. Otra cosa es que nos hagan comulgar con ruedas de molino, todo absolutamente todo tenemos que cuestionarnoslo, aunque venga de boca de nuestro maestro, pero eso sí siempre con respeto, educación, autodisciplina pero nunca con sumisión.
Saludos.
Fernando
26 abril, 2012
Pienso que este cuento sí es extrapolable a la relación que existe entre el maestro y el alumno en karate.
El mensaje que interpreto es el siguiente:
La base de la obediencia no es el respeto, sino la cultura, si tienes algo que enseñar y transmitir habrá quien desee enriquecerse o aprender. Es esa relación de aprendizaje la que establece que se de obediencia y respeto.
Un abrazo