Mi Kendo No Mejora ¿Qué Me Pasa?

 

Andrés Sanchez – Kendoka

 

Llegan momentos en el camino del kendo en el que parece que estas estancado. Que no mejoras nada en absoluto. Es más, incluso hay días que parece que lo haces peor que el anterior. Te invade una sensación de frustración, desánimo, impotencia, incapacidad… En definitiva, tienes la moral a la altura del suburbano. En ese momento tienes en la mente la impresión de tener un nivel de kendo nefasto. Una amiga dice que te brota una imagen. Un tubérculo con un shinai. Te identificas como esa planta y surge un nombre: Kendo patata.

Sí, no es nada nuevo. Todos tarde o temprano tenemos esa sensación. No sabes porque sigues haciendo esto y te planteas dejarlo. “Total, para lo que sirve…”, “estoy perdiendo un tiempo que podría dedicar a otras cosas como…”, “Además, hoy me duele la cabeza…”, “No me apetece…”. Por desgracia estas frases y muchas otras se te pasarán por la cabeza.

 

Pero, ¿realmente piensas eso? ¿Realmente piensas que no sirve para nada? Existen un montón de razones que te pueden sacar de tu error. Siempre es bueno tener un compañero más en clase con el que poder practicar. Puedes aportar muchas cosas a las personas de nivel inferior y muchas más a los de nivel superior. Muestras respeto a los que te rodean. Te enseña a perseverar y no tirar la toalla a la primera dificultad… No son muchas, son muchísimas las razones. Pero sin duda la más importante de todas está en ti. ¿Por qué haces kendo? Mi respuesta es sencilla, y creo que la tuya también. Mi respuesta es porque me gusta, me encanta, me llena y me apasiona. Y creo que no hay mejor razón que hacer lo que te gusta. Busca eso que te llevó a iniciarte en esto. Seguramente tu ilusión y ganas han mermado. Es normal, con el tiempo los esfuerzos desgastan. Pero recuerda cuando empezaste y piensa como eres ahora. Has mejorado, ¿verdad? Acuérdate de tus principios. Cuando ni siquiera llevabas bogu y apenas empezabas a dar tus primeros pasos. Cuanto has recorrido ya. El camino ha sido duro, pero no puedes negar que tuvo sus momentos divertidos, sus recompensas, momentos inolvidables.

 

No recuerdo muy bien quien fue el primero en decirme que en kendo la progresión es escalonada, no sé si fue un profesor o un compañero. El caso es que según esta teoría nuestro aprendizaje evolucionaría escalonadamente y no de una forma continua. Yo realmente no creo en esto, aunque es muy probable que me equivoque. Yo sí creo que cada día aprendemos un poco más. Enseñamos a nuestros músculos a responder a nuestros impulsos y conseguimos, poco a poco, que estos tengan memoria propia. Por ejemplo, cuando aprendemos una nueva técnica, al principio debemos pensar en todos y cada uno de los movimientos que lo componen. Como mover los brazos, las muñecas, el cuerpo, las sensaciones… Por eso es un desastre el primer día del intento. Tenemos que pensar en todas y cada una de las cosas que componen la técnica y realizarlas en un instante. Cada día que practicamos esa técnica, enseñamos a nuestros músculos cual es el movimiento correcto hasta que lo mecanizamos. El momento en que dominamos la técnica es el momento en el que no tenemos que pensar para hacerla. Podríamos hacer una similitud con el hecho de conducir. Al principio debes estar pendiente de muchas cosas. Acelerar, frenar, embragar, cambiar de marcha, los espejos retrovisores… Hasta que llega el día en que ya no piensas en todo eso,  simplemente lo haces.  Y eso, según creo yo, se aprende día a día.

 

¿Pero por qué tenemos esa sensación de estancamiento? 

 

 En el documento “Al lector de Kendo” de Noma Hisashi, de lectura muy recomendable, el autor cita una conferencia dada por Yamaoka Tesshu a sus estudiantes, donde compara el aprendizaje de kendo con el proceso de cepillado de un carpintero. El texto viene a decir que al principio se aprende lo básico, para poco  a poco ir perfeccionando lo aprendido.

 

 

La verdad es que al principio de emprender el camino, y siguiendo con la metáfora de Tesshu, somos un trozo de madera sin definir. Tenemos muchas cosas que aprender y no sabemos nada. Somos una esponja. No sabemos ni movernos. El primer mes aprendemos a mover los pies. El segundo a coordinar los pies con el movimiento de brazos. El tercero aprendemos a hacer los ataques básicos. Al cuarto posiblemente ya llevemos el Bogu puesto. Por tanto, en menos de seis meses, de no tener ni idea de lo que era kendo, nos encontramos posiblemente, haciendo nuestros primeros combates. En este periodo hemos aprendido un montón de cosas, pero a partir de este momento, la cosa se complica. Es decir, hemos terminado con el cepillado grueso y hemos preparado el trozo de madera para poder empezar a modelarlo.

 

Una vez tenemos esta base, nos enseñan que no solo hay que hacer los movimientos correctos. Hay que perfeccionarlos con el propósito de que lleven una dirección, fuerza y posición correcta. Eso nos va a llevar mucho más tiempo. Es como cuando aprendemos a tocar un instrumento musical. No solo debemos saber ejecutar la técnica para sacar las notas. Debemos tocar esas notas en un momento y tempo correcto. Esto sería, según Tesshu, el cepillado medio. En el que poco a poco le damos una forma determinada al trozo de madera. En el periodo anterior habíamos aprendido en un periodo relativamente pequeño de tiempo un montón de cosas. Ahora que ya disponemos de esa base, poco a poco nos damos cuenta de que es lo correcto y que no lo es. Por ello, nos volvemos más críticos tanto con nosotros como con nuestros compañeros.  Es en este momento en el que las dudas afloran y pensamos que no avanzamos, que somos nefastos, pues nuestro aprendizaje ya no puede ir tan rápido. Ahora es cuestión de modelar nuestros músculos y pedirles cosas muy concretas.

 

Creo que esa es la verdadera razón de nuestras impresiones. Nos sentimos frustrados porque ya no aprendemos tan rápido como antes. Ahora poco  a poco, vamos entendiendo lo correcto y lo no correcto en el arte del kendo, por lo que podemos identificar mucho más fácilmente nuestros fallos. No es que ahora lo hagamos peor, es que ahora identificamos que no lo hacemos bien.

 

¿Cuál es la solución?

Lo siento, pero no tengo respuesta a tú pregunta. Es decir, sé mi solución, pero no puedo saber la tuya, pues solamente la posees tú. Mi solución es seguir intentándolo, esforzarme día a día, sin olvidarme de mi principal cometido: Divertirme y aprender. Disfrutar de cada clase, de cada gota de sudor, de cada esfuerzo que realizo. En definitiva, seguir practicando kendo como si fuese el primer día.

 

Andres Sanchez

Author: Andres Sanchez

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