La anciana que buscaba una aguja
Feb14

La anciana que buscaba una aguja

Imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay Hace tiempo, una anciana llamada Rabiya, muy querida en un pequeño pueblo, comenzó a buscar algo en la calle. A todos les gustaba la compañía de Rabiya, y solían contarle sus problemas porque siempre les daba buenos consejos. Las persona que la vieron, se acercaron y preguntaron: – ¿Qué buscas, Rabiya? ¡Te ayudaremos! – Oh, sois muy amables. Se me cayó una aguja. – ¿Un aguja? Será difícil, pero te ayudaremos- contentaron sus vecinos. Entonces todos empezaron a buscar la aguja, pero no encontraban nada. Entonces, preguntaron: – Rabiya, ¿no recuerdas por qué zona de la calle se cayó la aguja? La calle es muy larga y eso ayudaría a acercarnos más a nuestro objetivo. Además, está a punto de anochecer y ya no tendremos luz para buscar. – Oh, el caso es que no se me cayó en la calle, sino en mi casa. – ¿Cómo? Entonces… ¿por qué buscamos aquí algo que no podremos encontrar? – Es cierto, eso me pregunto yo… No sé por qué siendo tan inteligentes, malgastáis esa inteligencia cuando se trata de buscar la felicidad. No sé por qué andáis buscando siempre la felicidad en la calle y lejos de vosotros en lugar de buscarla donde la perdisteis… en vuestro interior. Y sonriendo, Rabiya se dio media vuelta y entró en su casa, dejando una profunda reflexión en todos sus vecinos. Fabula...

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La Ira
Sep08

La Ira

  TRANSFORMANDO EL FUEGO INTERIOR   Imagen de wendy CORNIQUET en Pixabay Todos hemos experimentado en alguna ocasión un estado emocional fuerte y explosivo, lleno de odio, y en muchas ocasiones venganza, y aunque este estado no sea habitual en nuestra vida de cada día, tampoco es inhabitual. Solo hacen falta las condiciones oportunas para que surja un ser no distinto al que somos, haciéndonos ser diferentes. Nuestra conducta cambia y el comportamiento da un giro automático e inconsciente. La ira aparece como un copo de nieve en invierno, espontáneamente, cuando todas las condiciones se interrelacionan. Esta y otras formaciones mentales aparecen a cada momento, y son un impedimento para realizar nuestra naturaleza original. Cada instante debemos dar frescura a nuestra consciencia no personal, reconduciendo nuestro karma mental antes de que sea demasiado tarde. La plenitud de ser conscientes, es el fundamento de nuestras vidas surgiendo de este modo personas integras, completas. La mente es la fuente de donde brotan todas las formaciones. Contemplando la mente podremos dirigir nuestras percepciones y acciones que, en muchos casos, están hechas desde el sufrimiento o desde la búsqueda de la felicidad. Debido a las percepciones desacertadas que tenemos de la realidad, vivimos nuestra existencia a través de nuestros exigentes y variados pensamientos, ideas y planificaciones; que nos llevan frecuentemente a la frustración e insatisfacción, dando origen al sufrimiento, viviendo cada instante inmerso en la codicia, el odio y la ignorancia. Practicar la consciencia no personal, despojarnos del apego el ego y a los automatismos que generan estas formaciones mentales, es la vía del zen. No debemos perder el norte, debemos seguir el orden cósmico, observando la talidad (tal como es) de las cosas. El carácter, la forma de actuar y a veces de pensar que legamos de nuestros padres se han hecho intrínsecos a través del tiempo, y son las que nos conducen en muchas ocasiones a tener pensamientos equivocados, a decir palabras y a realizar acciones no deseables, cambiando de esta manera nuestra conducta natural, generando una situación desagradable. En estas circunstancias la realidad y la plenitud de nuestra existencia no se manifiestan, es vivir a medias. La ira nos convierte en seres diferentes, siendo el mismo. Pero no debemos rechazar la ira, también forma parte de nosotros, de nuestra personalidad y forma nuestro carácter. Si rechazamos la ira nos rechazamos a nosotros. Transformar y reconducir este instante, naturalmente, con plena consciencia, no es una tarea fácil, tampoco difícil. Caminar con firmeza sobre la tierra, dominar la cólera del pensamiento, de la palabra, del cuerpo; abstenerse de pensamientos ilusorios, palabras ardientes, del cuerpo tenso; practicar en nuestra vida cotidiana la buena conducta natural; todo...

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La llave de la felicidad
Jun26

La llave de la felicidad

El Divino se sentía solo y quería hallarse acompañado. Entonces decidió crear unos seres que pudieran hacerle compañía. Pero cierto día, estos seres encontraron la llave de la felicidad, siguieron el camino hacia el Divino y se reabsorbieron a Él. Dios se quedó triste, nuevamente solo. Reflexionó. Pensó que había llegado el momento de crear al ser humano,pero temió que éste pudiera descubrir la llave de la felicidad, encontrar el camino hacia Él y volver a quedarse solo. Siguió reflexionando y se preguntó dónde podría ocultar la llave de la felicidad para que el hombre no diese con ella. Tenía, desde luego, que esconderla en un lugar recóndito donde el hombre no pudiese hallarla. Primero pensó en ocultarla en el fondo del mar; luego, en una caverna de los Himalayas; después, en un remotísimo confín del espacio sideral. Pero no se sintió satisfecho con estos lugares. Pasó toda la noche en vela, preguntándose cuál sería el lugar seguro para ocultar la llave de la felicidad. Pensó que el hombre terminaría descendiendo a lo más abismal de los océanos y que allí la llave no estaría segura. Tampoco lo estaría en una gruta de los Himalayas, porque antes o después hallaría esas tierras. Ni siquiera estaría bien oculta en los vastos espacios siderales, porque un día el hombre exploraría todo el universo. “¿Dónde ocultarla?”, continuaba preguntándose al amanecer. Y cuando el sol comenzaba a disipar la bruma matutina, al Divino se le ocurrió de súbito el único lugar en el que el hombre no buscaría la llave de la felicidad: dentro del hombre mismo. Creó al ser humano y en su interior colocó la llave de la felicidad. Anónimo hindú Foto:...

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El Sabio y el Rey
May19

El Sabio y el Rey

Un Rey soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un Sabio para que interpretase su sueño. “¡Qué desgracia, mi señor!” exclamó el Sabio, “Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad”. “¡Qué insolencia!” gritó el Rey enfurecido, “¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!” Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos. Más tarde ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Rey con atención, le dijo: “¡Excelso señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes”. Se iluminó el semblante del Rey con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: “¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer Sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro”. “Recuerda bien, amigo mío”, respondió el segundo Sabio, “que todo depende de la forma en el decir… uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse”. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, mas la forma en que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado. Foto: imagenes...

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El Buscador

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador. Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco esa alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente para quien su vida es una búsqueda. Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de un buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción … “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador se sintió terrible mente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar. – No ningún familiar – dijo el buscador – ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?....

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