El motivador cuento de la hormiga y la miel cautiva
Imagen IA Bing La moderación da paz, el exceso consume. Una gota de miel cayó al suelo. Una hormiguita, atraída por su dulzura, se acercó y la probó. La miel era tan deliciosa que no pudo resistir la tentación de volver. Tomó otro sorbo, luego otro, cada vez más hechizada por este néctar divino. Pero pronto, la hormiga, insaciable, quería más. Decidió sumergirse por completo en la gota de miel, bañarse en ella, perderse en ella. Se sumergió, se envolvió, se ahogó. ¡Ay! La miel, tan dulce, se convirtió en su prisión. Sus patitas, pegajosas, ya no podían moverse. Luchó, luchó, pero en vano. La miel, lentamente, la rodeó, la inmovilizó, la asfixió. Y la hormiga, prisionera de su propia gula, pereció en esta dulzura mortal. Los Sabios dicen: «El mundo es solo una enorme gota de miel». El que se contenta con probarlo con moderación encuentra la paz. Pero el que se sumerge en ella, codicioso e insaciable, es tragado y perdido para siempre. La tentación es dulce, pero su trampa es fatal. La sabiduría está en la moderación y la locura en el exceso. Así, el mundo, como esta gota de miel, ofrece sus delicias a aquellos que saben contentarse con ella, pero devora a los que se abandonan a ella sin restricciones....
La fábula de las cuatro estaciones
Imagen de Lynda Smith en Pixabay Cuentan que una vez, un hombre muy anciano, cansado de escuchar las quejas de sus cuatro hijos, y de ver cómo juzgaban a otros hombres constantemente, decidió darles una lección. Mandó a cada uno de ellos a visitar un peral que estaba lejos, muy lejos. Pero mandó a cada uno de sus hijos en distintas estaciones del año. Así, el hijo mayor fue en invierno, el segundo, en primavera. El tercer hijo fue a observar el peral en verano, y el último, en otoño. Cuando terminaron de visitar todos al peral, el hombre reunió a sus hijos y les preguntó: – Y bien, explicarme cómo es el árbol que habéis visto. Comenzó a hablar el hijo mayor: – Un árbol horrible, desnudo, con ramas retorcidas. Sin duda, un esperpento de árbol. – ¡Qué va!- dijo entonces el segundo hijo- ¡El árbol estaba repleto de brotes dispuestos a nacer! Todo un árbol lleno de promesas… – No sé qué habéis visto vosotros, hermanos, pero no es lo que yo vi- dijo el tercer hermano- Mi peral estaba repleto de flores. Es un árbol lleno de vida y vitalidad. De dulzura, plenitud y mucha belleza. – Pues yo no lo vi como tú dices, hermano- dijo el más pequeño- Mi árbol tenía frutos, estaba lleno de peras jugosas y listas para comer. Pero el peso de la fruta encorvaba las ramas y las hojas estaban a punto de marchitarse. Se le veía cansado y sus hojas estaban a punto de caer. – Todos tenéis razón- dijo entonces el padre- Cada uno de vosotros habéis visto el árbol en una estación diferente y éste ha cambiado. Por eso, no podéis juzgar al árbol por cómo es en una sola estación, sino en todas ellas. Igual ocurre con las personas. Tampoco podéis juzgarlas por cómo son en un momento dado. Y como ese árbol, solo podréis recoger los frutos de la vida al final del trayecto, cuando ya hayáis pasado por todas las estaciones de la vida… Moraleja: «No juzges a nadie por cómo es en un momento dado ni intentes recoger los frutos de la vida antes de tiempo»(‘Fábula de las cuatro estaciones’ – Anónima) Fuente:...
Reflejo de la Vida
Imagen:👀 Mabel Amber, who will one day en Pixabay Había una vez un sabio anciano que pasaba los días sentado junto a un pozo a la entrada de un pueblo. Un día pasó un joven, se acercó y le preguntó lo siguiente: Nunca he venido por estos lugares, ¿cómo son la gente de esta ciudad? El anciano le respondió con otra pregunta: ¿Cómo eran los habitantes de la ciudad de donde vienes? Egoístas y malvados, por eso estoy contento de haber salido de allá. Así son los habitantes de esta ciudad, le respondió el anciano. Un poco después, pasó otro joven, se acercó al anciano y le hizo la misma pregunta: Voy llegando a este lugar, ¿cómo son los habitantes de esta ciudad? El anciano le respondió de nuevo con la misma pregunta: ¿Cómo son los habitantes de la ciudad de donde vienes? Eran buenos y generosos, hospitalarios, honestos y trabajadores. Tenía tantos amigos que me ha costado mucho separarme de ellos. También los habitantes de esta ciudad son así, respondió el anciano. Un hombre que había llevado sus animales a beber agua al pozo y que había escuchado la conversación, en cuanto el joven se alejó le dijo al anciano: ¿Cómo puedes dar dos respuestas completamente diferentes a la misma pregunta realizadas por dos personas? Mira, respondió el anciano, cada persona lleva el universo en su corazón. Quien no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco lo encontrará aquí. En cambio, aquel que tenía amigos en su ciudad, también encontrará amigos fieles y leales en cualquier parte. Porque las personas son lo que encuentran en sí misma, y encuentran siempre lo que esperan...
Una taza de té, cuento Zen sobre la mente que lo sabe todo
Nan-in, un maestro Japonés de la era Meiji (1868-1912), recibió la visita de un profesor de universidad que querría informarse sobre el Zen. Nan-in le sirvió té. Lleno la taza de su visita hasta el borde, y siguió vertiendo mas té. El profesor observó como el té llenaba la taza y se derramaba sobre la mesa hasta que no puedo aguantarse mas:– ¡Esta rebosando! ¡No cabe nada más! – Al igual que esta taza, – dijo Nan-in – usted esta lleno de sus propias opiniones e ideas. ¿Como le voy a enseñar Zen si no vacía primero su taza? Foto: Imagen...
Solo quiero aire
El joven llevaba un tiempo reflexionando sobre el sentido de su vida. Y, para su desconcierto, barajaba múltiples posibilidades sin que destacase ninguna. Un día se decidió por ir a ver a un reputado y sabio maestro y pedirle consejo: Señor, ¿qué debo hacer para conseguir lo que quiero?, le preguntó. El sabio no contestó. El joven después de repetir su pregunta varias veces con el mismo resultado se marchó y volvió al día siguiente con la misma demanda. No obtuvo ninguna respuesta y entonces volvió por tercera vez y repitió su pregunta: ¿Qué debo hacer para conseguir lo que quiero, Señor? El sabio le dijo: Ven conmigo. Y se dirigieron a un río cercano. Entró en el agua llevando al joven de la mano y cuando alcanzaron cierta profundidad el sabio se apoyó en los hombros del joven y lo sumergió en el agua y pese a los esfuerzos del joven por desasirse de él, allí lo mantuvo hasta casi ahogarlo. Al fin lo dejó salir y el joven respiró recuperando su aliento. Entonces le preguntó el sabio: Cuando estabas bajo el agua, ¿qué era lo que más deseabas? Sin vacilar contestó el joven: Aire, quería aire. ¿No hubieras preferido mejor riquezas, comodidad, placeres, poder o amor? No, señor, deseaba aire, necesitaba aire y solo aire -fue su inmediata respuesta sin vacilación. Entonces, le contestó el sabio, para conseguir lo que tú quieres debes quererlo con la misma intensidad que necesitabas el aire, debes luchar centrándote en ello y excluir todo lo demás. Debe ser tu única aspiración día y noche. Si tienes ese fervor, conseguirás sin duda cualquier cosa que anheles. Foto:...
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