Ser Agradecidos

Gustavo A. Reque CN-6ºDan

La tendencia natural del ser humano desde la edad más temprana no camina dentro de la senda del agradecimiento como cualidad positiva natural. El agradecimiento no es ni una virtud moral, ni tampoco una actitud natural que adorna al ser humano, todo lo contrario; es un fenómeno que exige la voluntad de reconocer que uno ha sido beneficiado por la generosidad de otra persona, que el benefactor ha dispensado un beneficio que acarrea algún tipo de coste personal y que el beneficio tiene valor a los ojos del beneficiado. Todo ello no lo regalan la naturaleza, ni los genes, sino que es algo que tiene que «entrenarse» por medio de la voluntad, la constancia, un poco de esfuerzo, y un alto grado de concienciación. Albert Einstein refirió en varias ocasiones que debía recordar diariamente -más de cien veces- que toda su vida y su obra dependían del esfuerzo de otras muchas personas, vivas y ya muertas.

La gratitud supone devolver un bien. Es la sensación que se experimenta cuando somos conscientes de que el favor que recibimos es valioso para nosotros, costoso para el que lo dispensa, dado con buenas intenciones y sin pretensiones de reciprocidad ni obligaciones. La grandeza del que da esta en el «dar», y la del que recibe está en «dar las gracias». Por desgracia, (para ellas), las personas desagradecidas no reconocen el gesto de su benefactor e incluso llegan a creer que este actúa movido por algún tipo de interés.

La gratitud precisa que la persona que recibe el bien reconozca que ha recibido algo bueno para si mismo, y sienta de alguna manera, que debe devolver el favor (con un «gracias» es suficiente). Sin embargo, la persona que no siente la gratitud no solo no reconoce el bien recibido, sino que tampoco percibe el beneficio, y consecuentemente, tampoco siente la necesidad de devolver el favor, ni tan siquiera con un simple «gracias». Peor aún es el caso del ingrato, que incluso encuentra defectos en lo que ha recibido, desconfía de los motivos que han impulsado al benefactor, y puede llegar a devolver un mal por un bien.

Es importante, y bueno para la salud tanto física como mental, que demos las gracias frecuentemente. Al principio, como un ejercicio de reconocimiento, después como algo imprescindible que nos hace sentir muy bien, y más tarde como una «droga» que nos hace sentir los más altos grados de buenas emociones, felicidad y optimismo. Los beneficios del que da las gracias frecuentemente se manifiestan desde afrontar mejor el estrés diario, hasta recuperarse antes de las enfermedades. Sucede todo lo contrario con el ingrato, que se inunda de impulsos destructivos como la envidia, el resentimiento y la amargura. Practicando diariamente el pensamiento agradecido, los beneficios psicológicos, físicos e interpersonales, no son buenos solo para el que lo practica, sino que tiene un efecto contagioso hacia las personas con las que nos relacionamos. Por desgracia, debido a la naturaleza «copiadora» del ser humano, la ingratitud y el «exceso de criticismo», también se contagian, y posiblemente con mayor virulencia.

Pero, no solo se beneficia el que recibe, sino también e, incluso, bastante más el que da. Si atendemos al aspecto espiritual del ser humano: el que da, el que recibe y el propio objeto intercambiado (la dádiva, el favor, limosna, etc.) forman parte de la cadena que une todo lo existente y que siempre tiende hacia el equilibrio.

El que pide actúa de esa manera porque lo necesita, pero, también, el que da actúa así por la profunda necesidad de llenarse vaciándose. Unos se vacían por medio de una pequeña limosna, concediendo un poco de su tiempo o de trabajo social, y, algunos héroes, dan hasta la vida. El paradigma se encuentra en el cristianismo con la figura de Jesús -el redentor que transforma el dolor y la muerte en liberación.

La gratitud es un sentimiento abstracto que no se puede medir ni pesar, por el contrario la ingratitud se manifiesta a través de palabras y hechos que a menudo pretenden herir. Por esto, la gratitud debe ser ampliamente elogiada y la ingratitud ignorada e incluso repudiada. El refranero español lo describe muy bien: «Para el desagradecido, desprecio y olvido». No se quedaban cortos los romanos cuando allá por el siglo IV a C decían: «Lo más detestable que produce la tierra es un hombre desagradecido» (Décimo Magno Ausonio. Poeta).

Las personas agradecidas presentan menos carencias y exhiben una mayor sensación de abundancia, disfrutan más y mejor de los placeres sencillos de la vida, y presentan un grado de empatía que facilita una mejor integración en los diferentes grupos sociales. Como consecuencia, la sensación de bienestar y de plenitud que aparecen después del ejercicio continuo de dar las gracias produce un tipo de persona que simplemente es feliz sintiendo que está viva.

Por todo lo descrito anteriormente, es muy importante en la educación infantil (que es donde se aprende a ser agradecidos) comprender que los niños son por naturaleza desagradecidos y que es una labor ardua y muy larga enseñarles a ser agradecidos. Es el sentido de la envidia lo que conduce en el transcurso de los años a que la persona sea ingrata en la madurez. Si esto no se resuelve, ambos valores negativos acompañaran a la persona durante toda su vida. Son los padres los responsables primeros de que el niño transforme la envidia en comprensión y posteriormente en gratitud, y eso se logra a partir de los siete años, cuando comienza a instaurarse la conciencia. Será entonces cuando los incipientes canales de percepción harán entender al niño que dar crédito a otro puede producir algo positivo en uno mismo.
Propongo estas sencillas preguntas que puedes responder en el silencio de esta lectura y sin miedo a que nadie te juzgue. Pero contesta con sinceridad: ¿Cuántas veces al día utilizas la palabra «gracias»? ¿Cuántas veces al cabo del día sientes autentico agradecimiento hacia los demás? ¿Por qué te sientes agradecido? ¿Reconoces el «favor» que te han hecho? ¿Te sientes mejor cuando eres consciente de que has dado las gracias?

Gracias por haber llegado con tu lectura hasta aquí.

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Foto portada: _Blume

Gustavo A. Reque Cereijo

Author: Gustavo A. Reque Cereijo

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