¿A que edad debe un niño empezar la práctica de las artes marciales?

INTRODUCCIÓN.

Esta es una pregunta que se hace muchas personas, pero, para responderla, primero hay que responder otra: ¿Por qué quiere que su niño practique artes marciales?

Lo cierto es que, en dependencia de los motivos que impulsen a inscribir al niño en una academia de artes marciales, dependerá la edad en que deba comenzar, y consecuentemente lo que hará, como a continuación se explica.

DESARROLLO.

Cuando se trata de los motivos que indicen a inscribir a un niño en la práctica de las artes marciales, de manera general se aprecian dos alternativas fundamentales: de rendimiento, y de desarrollo.

Cuando el caso de es rendimiento, donde se busca formar un campeón desde edades tempranas, debe tenerse en cuenta que ello solo es posible siempre y cuando se haya demostrado a través de diversas mediciones que el niño posee cualidades excepcionales que lo hacen un talento (que se nace y no se hace); entonces puede comenzar entre los 4-5 años. Ello es posible debido a que, ese niño en particular, muestra condiciones que se derivan de un desarrollo psicomotor superior al promedio para su edad, por lo cual está apto para recibir influencias cuantitativamente y cualitativamente superiores en su organismo, sin que ello signifique un perjuicio para éste, ya que puede responder de manera positiva. No obstante, en eso mismo sentido, es indispensable la cautela en el trabajo por parte de los maestros.

En el otro caso, cuando se busca potenciar el desarrollo integral en un niño con indicadores de desarrollo promedio (o un poco por debajo del promedio y que necesita ser nivelado), lo recomendable es no comenzar antes de los 6-8 años.

El sustento de esa afirmación se basa en una simple realidad: el diseño del curriculum escolar, que tiene en cuenta el nivel de desarrollo psicomotor del niño, el cual hace corresponder con las exigencias que puede recibir en cada grado.

En ese sentido, para un niño con niveles de desarrollo promedio, o inferiores al promedio, resulta contraproducente que, fuera del contexto escolar, reciba influencias psico-fisiológicas superiores, a las cuales no puede responder de manera favorable.

A manera de ejemplo, para sustentar la idea anterior se toma como referencia el karatedo, y en específico la técnica del suki, que es la que mayormente se enseña primero. Digamos que esa técnica se enseñe a un niño entre 3-5 años, que aún está dominando de manera consciente los movimientos de flexión, extensión y rotación de brazos; así como acciones de pinzar con los dedos. En ese caso se está exigiendo al niño acciones para las cuales aún no está preparado, por cuanto en la ejecución debe integrar armónicamente  los movimientos de flexión y extensión de brazos junto con la pronación y supinación (rotación), por demás con el trabajo de las dos manos en simultáneo. Cabe destacar que, en esa edad, esas acciones aún se encuentran en proceso de aprendizaje, incluso por separado. De la misma manera, el hecho de cerrar el puño adecuadamente para poder pegar (envolviendo los dedos entre sí) constituye un acto de psicomotricidad fina para el cual el niño aún no está del todo apto (y menos aún si debe hacerlo paralelamente a los otros movimientos antes mencionados. De esa manera, sin lugar a dudas, la exigencia psicomotora a la cual se somete al niño en ese caso, es casi 10 veces superior a la que está preparado para responder adecuadamente.

Al respecto no pueden olvidarse los principios pedagógicos para una enseñanza efectiva (y segura), resaltando entre ellos el de la asequibilidad. El mismo establece que la enseñanza no puede ser muy fácil, porque no demanda esfuerzo por parte del alumno (y consecuente no induce al desarrollo producto del esfuerzo por encima del umbral), pero tampoco puede ser tan difícil que no pueda ser cumplido. Por el contrario, la exigencia en la enseñanza debe ser difícil (por encima del umbral o límite natural del sujeto), de modo tal que con un poco de esfuerzo pueda lograrlo, y ese esfuerzo es el que induce al desarrollo. Aquí se observa el rol metodológico del maestro en la adecuada planificación y aplicación de las situaciones de aprendizaje, siendo la  zona de desarrollo próximo la diferencia del nivel de desarrollo que puede alcanzar el niño por sí solo, a diferencia del que puede alcanzar con ayuda del maestro.

CONCLUSIONES.

De los criterios anteriores se sintetizan las siguientes conclusiones:

  1. Si es un niño con condiciones psico-fisiológicas por encima del promedio (de acuerdo a su edad), y lo que se busca es el rendimiento deportivo, puede comenzar la práctica de artes marciales uno o dos años antes de la edad escolar, ya que podrá responder adecuadamente a las exigencias de ese contexto.
  2. Si es un niño con condiciones psico-fisiológicas dentro del promedio para la edad, y lo que se busca es potenciar su desarrollo, se recomienda que la práctica de artes marciales, al menos, comience al mismo tiempo que la edad escolar.
  3. Si es un niño con condiciones psico-fisiológicas inferiores al promedio para su edad, y lo que se busca el nivelarlo, se recomienda que la práctica de artes marciales, al menos, comience uno o dos años después que la edad escolar.
  4. Para cualquiera de los casos, se recomienda extrema cautela en la selección y dosificación de las cargas a trabajar con los niños.
  5. Para el caso de los niños involucrados en las conclusiones 2 y 3 también podrían participar de clases de estimulación temprana mediante las artes marciales (en este caso conocidas como pre karate), siempre y cuando las acciones que se realicen sean simples, y no se cometan los errores antes mencionados.

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Roberto Gonzalez Harambouren

Author: Roberto Gonzalez Harambouren

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