Agresividad

Antonio Leyva

Hoy he recibido la visita de un buen amigo y alumno que desde hace ya un tiempo reside fuera de España.

Al “cruzar manos” he comprobado con orgullo que ha mejorado en su habilidad general, pero que aun mantiene un error genérico y es ser muy “pasivo” a la hora de afrontar un ataque “arrugándose” ante el mismo. Sin embargo, cuando las cosas empiezan a ponerse “feas”, hace gala de recursos y reflejos convertidos ya en automáticos que delatan una mejora de sus habilidades marciales muy evidente.

A raíz de ésto, hemos reflexionado sobre su falta de agresividad inicial y como ha de suplirlo después recurriendo a la velocidad, fuerza y agresividad desatada y descontrolada.

Analizando el problema, he conseguido acotarlo e identificarlo, lo que además, me permite “afinar” a un más mi habilidad, pues me he hecho consciente de los principios que uso de forma intuitiva y que desde ahora podré aplicar en su justa o al menos razonada medida.

 

 Apuntar.

Apuntar es algo fundamental. La mayoría al defender un ataque, utilizamos un modelo de pensamiento dual, en el que me defiendo de mi adversario (fase uno)  y luego contraataco una vez anulado su ataque (fase dos). El problema es que hay una separación entre ambas acciones de forma que cuando termino de defender, he de cambiar mi actitud para pasar a atacar y cambiar mi técnica de “huida” (defensa) por una de “acercamiento” (ataque).

Por contra, lo ideal es que cuando defiendo, intento “anular” su ataque, apuntando en todo momento donde quiero contraatacar yo. Para ser más claro, cuando estoy en guardia, en todo momento vigilo como atacar sus ojos. Aunque me esté defendiendo, mi objetivo es atacar, de forma que durante la defensa vigilo un fallo en la guardia o la atención de mi rival, para entrar como continuación y parte indisoluble de mi defensa con un ataque.  Mi defensa consiste en atacar rodeando o evitando el ataque del rival, mientras persigo mi objetivo. Lo que me lleva a que para atacar, necesito antes conseguir una ventaja clara de posición, conseguir que mi rival no me esté “apuntando” con lo que no preciso estar defendiéndome, y por contra si estar yo apuntando y listo para actuar. Para conseguirlo, me baso en la habilidad de adherirme e interpretar la fuerza del rival, lo que se desarrolla gracias a la práctica del tuishou, así como a la de posicionarme, que fundamentalmente se desarrolla gracias a la práctíca del Sanshou o forma por parejas.

Aquí hablo de actitudes al usar la palabra “apuntar”. En los clásicos hablan de tener “la actitud de un gato acechando a una rata”, tranquilo y relajado pero listo para saltar. Yo prefiero un ejemplo más de nuestros días, pero similar en su fondo, la de un francotirador que está tranquilo, apuntando al objetivo y que de forma “relajada y tranquila” dispara cuando el mismo es más vulnerable, pero sin haber dejado de apuntar incluso cuando aun no lo era. Repito que la clave en todo esto es la actitud de “fijar un blanco y evadirse de serlo”.

En ésto, hay implícita una importante carga de agresividad, pero no de violencia o de movimiento. En esencia, te apunto todo el tiempo, si tú me apuntas a mi, me evado de tu área de puntería, pero lo hago sin dejar de apuntar y listo para “disparar” cuando yo no esté en tu punto de mira, pero tú si en el mío. Yo llevo la iniciativa en la actitud de “tenerte en mi punto de mira” y nunca cejo en ello. De ese modo yo llevo la ventaja en el tiempo, pues la confrontación la he empezado a nivel de actitud mucho antes que mi rival.

La agresividad “explota” cuando una amenaza se hace visible. Para la mayoría, ésto significa que el rival ataca pero para mi, actuar así significa que no has estado atento y que empiezas a reaccionar demasiado tarde. La agresión no comienza con el ataque “físico” del rival, sino con el hecho de que te apunte y se posicione de forma que tú no le apuntes a él.

No debes permitir a un rival tomar ventaja de su posición y que lo intente debe ser el detonante de tu acción y no el hecho de que él que lance su ataque. Si el rival lo ha hecho bien, defenderse en este punto será complicado y lo harás más en base  reflejos de pánico que a una técnica y estrategia superiores al mero forcejeo.    Porque además, llegados a ese punto del “pánico”, tu agresividad se dispara de modo que ya no la controlas y te obliga a ser “dual” en tus acciones, diferenciando la defensa del ataque, obligándote a ser muy rápido a nivel físico para compensar tu lentitud mental en ese estado. En este estado, recurrir a las habilidades del TCC, es cuando menos complicado y en la mayoría de los casos, un fracaso anunciado.

Si haces bien las cosas, el resultado es que siempre partes en ventaja sobre el rival y éste ha de poseer habilidades claramente superiores a las tuyas en los ámbitos de velocidad, explosividad y reflejos para compensarlo y superarte.

Resumiendo, toma la iniciativa de “actitud”, apuntando y tomando ventaja de la posición, impidiendo que el rival te punte y considera como una agresión, iniciando tu defensa-ataque, cualquier intento del rival por posicionarse en una situación de ventaja. Sé agresivo desde el primer momento, con un nivel de agresividad “bajo” que no te ciegue, sino que te permita centrarte en el ataque mientas te defiendes sin dejar de apuntar ni mientras evades ni mientras llevas a cabo tu ataque.

Evidentemente, necesitarás desarrollar la tanto la actitud de “perseguir y apuntar” como las habilidades de adherencia, escucha y neutralización, así como el conocimiento y destreza en el uso de las técnicas de tu estilo para llevarlo a cabo.

Todo lo que he comentado se apoya en poseer una técnica con lo que llevarlo a cabo, pero lo importante es la actitud y la estrategia con la que usas esa técnica. Eso es lo que he intentado plasmar hoy…

Fuente: http://taichichuanantonioleyva.wordpress.com/

Foto portada: Flabio

Antonio Leyva

Author: Antonio Leyva

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