Sensei o entrenador, formar o entrenar, competir o no competir, ser o no ser.

Uno de los dilemas que distorsiona, y debilita, el contexto de las artes marciales que han transitado hacia deportes de combate, reside en la manera en que se cataloga a la persona a cargo del proceso que reciben los practicantes, así como al proceso que el mismo realiza. Es aquí donde aparece la diferenciación entre “sensei” y “entrenador”, de lo cual muchas veces se plantea que el primero “enseña para la vida” y le segundo “prepara para las competencias”

Para comprender mejor la idea detrás de esa situación, y con la intención de reafirmarla o refutarla, se realiza un análisis partiendo del conocimiento y experiencia relacionado con la persona y actividad que nos ocupa.
Uno de los elementos que se esgrime para defender tal separación, es el mito de que el sensei educa (ya que para él lo más importante lo constituye la formación de la persona como ser social modelo), y que el entrenador enseña (ya que para él lo más importante es el resultado competitivo). Al respecto merece la pena, inicialmente, recordar que, por la propia lógica de la actividad, está demostrado que es imposible separar los procesos de educación e instrucción, ya que, incluso de manera inconsciente e involuntaria, mientras el alumno se obliga a cumplir las exigencias de la clase inducidas por el maestro, las indicaciones del reglamento competitivo y las decisiones de los árbitros entre otros aspectos; está desarrollando valores y adecuando su personalidad. En ese mismo sentido, pero a un mayor nivel de profundidad, también merece la pena recordar que, dentro de las dimensiones del entrenamiento deportivo, el trabajo educativo juega un papel primordial en la formación del futuro campeón, tanto para los torneos como para la vida. Además de esas razones formales, finalmente y en el plano personal práctico, en diversas oportunidades he sido testigo, y me he visto directamente involucrado, en decisiones que han terminado con privar de participar en competición a principales figuras de talla panamericana y mundial, debido a situaciones disciplinarias, aun sabiendo que ello puede afectar el resultado del equipo y país. En conclusión para este punto, el entrenador es un educador, solo que educa mediante la actividad física y los conocimientos y valores relacionados con ésta.

Personalmente pienso que, pretender separar las características y funciones del sensei y el entrenador, constituye en cualquier caso un indicador de visión incompleta de la realidad, como querer asumir que el sol solo aporta luz y obviar su importante aporte calórico y energético entre otros. Es por ello lo antes planteado derriba el mito mencionado.

Otro aspecto que también se plantea es que para el sensei lo importante es el proceso (entrenamiento) y para el entrenador el producto (resultado). En ese caso, si se analiza teniendo en cuenta la información concreta relacionada con la actividad, se puede constatar que la competencia constituye uno de los factores que componen el proceso de preparación deportiva, en la medida en que sirven como medio de la preparación. Es decir, ya sean competencias preparatorias o fundamentales, éstas no son un fin propiamente dicho, sino un medio para medir (a veces contra otros y a veces contra uno mismo) el desarrollo integral alcanzado como consecuencia del entrenamiento, así como para establecer los siguientes objetivos y formas de trabajo para no interrumpir el proceso de evolución continua. En este caso cabe la analogía con el contexto pedagógico de la actualidad internacional escolar, donde se aboga por una enseñanza para la vida y no para los exámenes. Por la explicación anterior, igualmente queda refutado el planteamiento común.

Hasta el momento se ha demostrado que, formalmente, tanto en lo referido al perfil profesional del sensei y el entrenador (cómo deben ser), como al proceso que ambos deben realizar (qué deben hacer); no existen diferencias prestablecidas. En ese sentido, para cumplir con las exigencias formales, en la práctica, cualquiera de los dos, deben dominar los aspectos de la actividad y del organismo que la recibirá, sí como ser capaces de diseñar y aplicar un proceso que incluya todos los aspectos necesarios para la formación integral de los alumnos, manteniendo una adecuada planificación, organización y dosificación de las acciones a realizar, de modo tal que se garantice la obtención del mayor beneficio, con la menos posibilidad de aparición de lesiones de cualquier índole.

Es por ello que no creo que deba pensarse si alguien es sensei o entrenador. Por el contrario, con el mayor respeto y la mejor intención, creo que lo que debe pensarse es que, si una persona es y trabaja como antes se mencionó, puede catalogarse como cualquiera de las dos definiciones profesionales; y, por el contrario, quien no es, ni trabaja, como de be hacerlo, simplemente no encaja en ninguna de las dos definiciones.

Sé que algunos lectores no estarán de acuerdo con mis comentarios, derecho que por naturaleza les corresponde. En ese sentido, como lo que busco es la verdad y no mi verdad, agradecería recibir sus comentarios, siempre y cuando vengan impregnados del mismo respeto y sustento con que recibieron los míos. En ese sentido, en caso que sus argumentos sean más certeros que los míos no tendré ningún problema en reconocerlo, ya que una de mis frases célebres preferidas es: “cambiar de ideas no es vergonzoso, vergonzoso es no tener ideas para cambiar”
Ossu

Foto: Ser

Roberto Gonzalez Harambouren

Author: Roberto Gonzalez Harambouren

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