Los grados en Budo. Fases, etapas del “camino”

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La sociedad y mentalidad japonesas son extremadamente rigurosas, estructuradas, diría que rígidas, para bien y para mal, no entro a valorarlo aunque personalmente ni me gusta ni me siento cómodo en ella pero entiendo las bondades de semejante estructura. Esta rigidez es propia de otros tiempos, de la cultura oriental basada en el confucionismo que proporciona una estructura social vertical, en la que cada individuo y grupo debe ser consciente del lugar que ocupa en la pirámide social, de este lugar dependerá, precisamente, la forma correcta en la que debe comportarse, sus deberes sociales, lo que se espera de él.

Y es que, ya lo he apuntado más veces, el pretendido Honor no se gana con un un papel escrito, ni con una prenda de vestir, sino con el cumplimiento de los deberes sociales propios del cargo. Pero eso es otra historia, vamos a centrarnos.

Budo, ¿camino hacia dónde?

Aceptando el Budo como un camino, deberíamos definir qué, cómo, hacia dónde conduce ese camino y hacerlo de forma concreta y no con vaguedades y abstracciones del tipo “de crecimiento personal” puesto que, como ya dije en otra ocasión, en el momento en que aplicamos la palabra “personal” empieza a ser algo subjetivo, cada individuo tiene su propia idea e ideología acerca de qué y cómo “crecer”. En mi opinión, personal e intransferible, es un “camino de/hacia el conocimiento”, ¿conocimiento de qué? Está claro: de las “artes” de lucha, en este caso de las japonesas en particular.

Un pequeño inciso: técnicamente, semánticamente, el Taekwondo, el Kung Fu/Wu Shu/Gung Fa, Krav Maga, etc., no son Budo pero sí Artes Marciales, dado que (insisto: semánticamente) Budo es una palabra japonesa que define un “camino” japonés, aplicable por tanto únicamente a las artes marciales japonesas. Debo suponer que el chino y el coreano tendrán sus propias palabras para el mismo concepto.

Siguiendo la analogía, el símil, del “camino” y aplicando la lógica japonesa, su confucionismo social, es fácil entender que habrá, hay, personas que se iniciaron antes en ese camino, de esos unos habrán llegado más lejos y otros no tanto y, en función de ese conocimiento, estarán más arriba en la pirámide social que, no olvidemos, se construye por conocimiento (méritos) y edad. Esto es, precisamente, lo que marca el grado: el punto del camino al que se ha llegado.

Esos grados hoy los vemos y entendemos por el color del cinturón, en términos generales ya que en Kendo, por ejemplo, no se usa ningún distintivo de grado y en otros Budo y escuelas establecen otros signos externos como el color del kimono, de la hakama o el uso de alguna prenda en particular, son la representación simbólica del conocimiento adquirido y su deber principal es ayudar, guiar (que no es lo mismo que enseñar, dicho sea de paso) a lo que se incorporan al proceso o van más atrasados. Así se establecen las relaciones, basadas en el confucionismo, de Senpai-Kohai.

Un sistema más antiguo de grados de Budo

Es de sobra conocido que el actual sistema de grados, conocido como Kyu-Dan, fue creado en el Kodokan de Kano, para el Judo, en una adaptación del sistema tradicional de enseñanza del Budo al sistema curricular, escolar y académico, occidental, en el que cada grado supone un avance programático; cada avance conlleva un color del cinturón en la parte básica y el uso del negro en la fase de enseñanza superior.

Antes del sistema Kodokan existía otro, conocido como Menkyo (免許制) o “sistema de certificados, títulos”, completado el cual se obtenía el Menkyo Kaiden, que podríamos traducir como “Diploma de Maestría” ya que cumplía la doble función de acreditar que se había completado el aprendizaje, los estudios, ofrecidos por la escuela concreta y, a su vez, la licencia para enseñarla (Sí, no se podía enseñar las técnicas de una escuela hasta no haber completado los estudios).

Este sistema constaba de cuatro fases o niveles: Nyumon (入門), Shoden (初伝), Chuden (中伝), Okuden (奥伝) basados más en el nivel de destreza y habilidad del estudiante que en el número de movimientos técnicos aprendidos. Por poner un ejemplo sobradamente conocido: de Motobu, Choki, maestro de Karate Okinawense, se cuenta que conocía y practicaba un solo kata, Naifuanchi/Tekki, aunque se sabe que practicaba alguno más su bagage no llegaba a la decena, un número muy alejado al estándar actual.

Shu-Ha-Ri (守破離)

Este concepto es complicado de explicar y entender, es el nombre japonés para definir, precisamente, el “camino” hacia la maestría. Digo que es complicado porque aunque literalmente significa Proteger, Romper, Separar, hace referencia a muchas cosas al mismo tiempo, desde al propio sistema de enseñanza hasta la propia relación con la escuela y el Maestro.

Por intentar simplificar, Shu-Ha-Ri, es la forma misma de aprender. Shu (守), guardar o proteger, también obedecer, viene a ser “atesorar las enseñanzas” en una fase en que se aprende, básicamente, por imitación de aquellos que saben y nos guían, Senpai, Sensei…, es decir, aprender y guardar la forma, la técnica y para ello hay que obedecer a quienes nos ayudan. Ha (破) significa romper, destruir, rasgar y se refiere a “romper” las enseñanzas adaptándolas a la propia personalidad, pasar de una enseñanza, digamos, estándar a una basada en la propia experiencia, a experimentar y pulir el conocimiento adquirido. Ri (離) se traduce como apartar, separar, separarse, tomar distancia de todo lo aprendido y adquirir la propia “forma” según la experiencia y personalidad.

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También se refiere a la tradición en sí misma. El conocimiento, la sabiduría, hay que verla en su contexto, el sabio Aristóteles quedaría fascinado con los conocimientos que el común de los ciudadanos tiene hoy día, por ejemplo. Lo que quiere decir que el saber evoluciona con cada experiencia y el Budo no queda al margen de esta regla, por tanto lo que conocieron los maestros antiguos ha de ser superado por los modernos, es la Ley Natural.

En los Densho o Makimono tradicionales pueden verse enmiendas y tachaduras realizadas por Maestros posteriores al fundador de la escuela. No es que se reniegue de la enseñanza, del conocimiento antiguo, heredado, sino que el tiempo hace que tal o cual precepto, tal o cual norma o postulado quede obsoleto, sea superado incluso rebatido.

Por tanto aún la tradición, en el más estricto sentido de la palabra, debe ser puesta en entredicho, no porque lo digan los antiguos sabios (Maestros) es la Verdad, el Dogma de Fe.


Volvemos a los grados

Sea cual sea el sistema que se utilice o que se prefiera, todo sistema de aprendizaje conlleva un progreso y, éste, puede ser de índole programática basado en movimientos o técnicas o puede ser en el grado y nivel de destreza y habilidad para hacer o ejecutar la Técnica (en mayúsculas) del arte marcial o cualquier otra actividad a que nos dediquemos. En cualquier caso no se trataría tanto de alcanzar un determinado grado como de lograr adquirir el conocimiento y la destreza.

Pongamos, por ejemplo, la arquitectura, arte y ciencia. Antes incluso de intentar el primer proyecto se deberá aprender todo sobre los materiales y su utilización, resistencia, reacciones al frío y al calor, además de física, geometría y matemáticas. El aprendizaje es progresivo, paulatino, y no solo en función de nuevas técnicas o conceptos sino, además, en profundidad de los ya aprendidos. En la etapa final romperá, se separará de las reglas aprendidas y, es posible, que logre imprimir su personalidad y de lugar a una nueva tendencia o escuela.

Así es el aprendizaje en todas las actividades humanas, en eso se basa la evolución.

Los grados, por tanto, no significan absolutamente nada, ni otorgan en sí mismos un mayor poder o una mayor sabiduría o destreza, todo esto se tiene o no se tiene independientemente del color del cinturón, de la vestimenta o del título del que se presuma. Sin embargo, por alguna misteriosa razón, hemos caído en lo peor del sectarismo militarista y reclamamos honor y “respeto” en función de algo artificial al mismo tiempo que declaramos nuestra “humildad”, cuando en realidad se trata más bien de un camino introspectivo, interior, íntimo.

Y es que, a veces, nos perdemos en la forma y no vemos el fondo.

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