Todo Prestado
Abr17

Todo Prestado

Yolanda Calvo Gómez – Psicóloga Vivimos con la falsa sensación de seguridad de que todo lo que poseemos es realmente nuestro. Nuestra casa, nuestra pareja, nuestros hijos, nuestra familia, nuestro trabajo, incluso nuestro cuerpo. Los pronombres posesivos y los personales llenan nuestra identidad: “yo”, “mí”, “mío”, “conmigo”. En los países occidentales, cuya población es sólo un pequeño porcentaje de la población mundial, crecemos con la falsa sensación de que mañana voy a estar aquí, voy a tener la misma familia, la misma casa, la misma pareja, la misma salud. Normalmente, la verdad, esta idea de continuidad va a ser una predicción certera. Mañana será como hoy. Hoy ha sido como ayer. Una continuidad en la que suavemente ocurren cambios y damos curvas en el camino. Sin embargo, no siempre es así. A veces las crisis, personales o globales, vienen a golpear nuestra vida, para despertarnos con un buen sacudón. Mañana podemos estar enfermos, mañana nuestra pareja nos puede abandonar, o somos nosotros los que lo haremos, mañana podemos no tener trabajo, o casa, mañana la muerte puede visitar nuestro hogar, o a nosotros mismos. Pero también, mañana podemos conocer a alguien maravilloso que dé un nuevo rumbo a nuestra vida; mañana podemos tener un golpe de suerte; mañana puede ocurrir algo extraordinario que nos haga sentirnos intensamente plenos; mañana nos puede tocar la lotería. De igual forma que no tendría mucho sentido hacer planes para el mañana con una lotería que aún no nos ha tocado, de igual manera, vivir con una constante sensación de inseguridad y peligro no tendría tampoco sentido y generaría una ansiedad insoportable. Como siempre, todo es cuestión de equilibrio. Tener esa sensación de inseguridad constante, maximizar la probabilidad del peligro nos producirá una ansiedad, una sensación de riesgo inminente, que al alargarse en el tiempo, producirá una ansiedad y estrés prácticamente inaguantable. No podemos vivir con un tigre en la casa de nuestra mente todo el tiempo. Una de dos: o domamos el tigre, y nos damos cuenta de que es un gato, o el tigre se tiene que ir de nuestra casa. Sin embargo, vivir con la falsa sensación de que todo va a seguir siempre igual, y de que todo nos es debido, es causa, igualmente, de infinidad de problemas emocionales, especialmente aquellos que tienen que ver con la rabia, la irritabilidad y el resentimiento. ¿Por qué estas emociones? Porque cuando sentimos que la vida o el azar nos “quita” algo que consideramos “nuestro” nos enfadamos, lo consideramos injusto, y ante la injusticia sentimos resentimiento. Un dicho común es afirmar “la vida es injusta”, como si la Vida pudiera ser una persona, un...

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Mindfulness: Conciencia en el Cuerpo

Yolanda Calvo Gómez – Psicóloga . Nuestro cerebro no es sólo esa masa blanda y gelatinosa que tenemos dentro del cráneo, entre las orejas. El cerebro ocupa todo el cuerpo. Se extiende por medio de sus axones y conexiones hasta la parte más alejada de nuestro cuerpo e incluso tiene unas cuarenta mil neuronas en el corazón. Estas conexiones ayudan a que los centros del cerebro superior controlen funciones autonómicas o automáticas (como la digestión, niveles de hormonas, o presión arterial), y otras voluntarias (como el movimiento). También envían a los centros superiores información de qué ocurre dentro del cuerpo, funcionamiento y sensaciones de órganos internos, estómago lleno o vacío, calambres en los intestinos, latidos del corazón… Las emociones se sienten siempre como sensaciones físicas, un nudo en el estómago o en la garganta, una punzada en el corazón, temblor, sudor… Así que es nuestro cuerpo quién nos informa de cómo nos sentimos. Por ejemplo, si estoy en un examen y tengo ganas de ir al baño al poco de haber ido, no he podido desayunar porque no me entraba nada en el estómago, sudo a pesar de que la temperatura es agradable, y me tiembla el pulso, pensaré: “estoy hecha un flan”. Si, por el contrario, he desayunado estupendamente, he ido al baño antes del examen y me he quedado bien, no sudo salvo que haga calor y mi pulso es firme, entonces interpretaré: “¡Vaya! ¡Qué tranquila que estoy!”. De esta forma, es nuestro cuerpo quién nos dice qué emociones sentimos, y esas emociones nos empujan a actuar de una u otra forma. Si estoy nerviosa en el examen, intentaré huir de la situación, si puedo (cosa que, generalmente, no puedo). Pero si estoy tranquila, me quedaré y lo terminaré. Para muchas personas tener conciencia de cómo sienten las emociones en su cuerpo es algo que resulta difícil. También resulta difícil, a veces, tener conciencia de algunas partes del cuerpo. Hay gente que no puede sentir las dos manos a la vez, por ejemplo, o no puede sentir los latidos del corazón, etc. El Hemisferio Derecho recibe más conexiones interoceptivas (con los órganos internos) que el Izquierdo, por lo que es más consciente de lo que pasa en el cuerpo y en el mundo emocional. Las personas que están excesivamente volcadas en su Hemisferio Izquierdo pueden tener problemas a la hora de identificar sensaciones corporales o las sensaciones corporales que les producen las emociones. La conciencia de las sensaciones del cuerpo, sin querer cambiarlas, sin juzgarlas, y con total aceptación, es uno de los pasos de Mindfulness. Como explica el Dr. Daniel Siegel favorece la Integración Vertical (conexión...

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